miércoles, 28 de julio de 2021

Lo que la verdad esconde. Capítulo 9 parte 2

     Elisabeth y Melissa congeniaron desde el principio. La madre de Germán era una señora elegante de mediana edad. Para la ocasión llevaba su pelo negro recogido en un moño bajo sujeto con un prendedor de brillantes. Lucía un vestido largo, azul oscuro del mismo color que sus ojos. A pesar de lo que cabría esperar, era una mujer muy sociable. Presentó a Melissa como novia de su hijo a un montón de invitados, derrochaba alegría y se le notaba contenta a pesar de detestar el bullicio de las fiestas. Melissa pudo comprobar como madre e hijo se llevaban a las mil maravillas. Tenían una relación cercana, una química especial surgían entre ambos. 

La música sonaba, aunque a la gente no le impedía hablar. Bebida y comida nadaba entre los invitados y la gente no se cortaba a la hora de catar y beber manjares. En ese momento Germán divisó a alguien conocido para él.

—Si me disculpáis. Acabo de ver a Tomás, me gustaría poder hablar con él. Mamá, Melissa —dijo Germán a modo de despedida a las dos mujeres dando a esta última un beso rápido en los labios antes de alejarse de ellas.

Melissa vio como su novio se alejaba de ella y desaparecía entre los invitados. Ella no podría poner cara a Tomás.

—Hacía mucho tiempo que no veía a mi hijo tan feliz, y eso me gusta —dijo Elisabeth cuando su hijo ya se había alejado de ambas—. Ni siquiera cuando cumplió su sueño de ser actor al darle el papel protagonista de la serie “Balas perdidas” estaba así de contento. Derrocha alegría y eso me hace muy feliz y todo, presumo, gracias a ti, querida. —La mujer la miro y la sonrió de forma cómplice, pero esa sonrisa se desvaneció tan rápido como se dibujo en su rostro. Alguien había aparecido en su campo de visión que le había hecho cambiar de semblante—. Mira, por aquí viene mi marido. —Elisabeth intento hablar de forma casual, pero Melissa pudo percibir un deje especial. Borja se aproximaba a ambas con cara sonriente, como si el incidente del inicio de la velada nunca hubiera acontecido entre él y la novia de su hijo—. Borja, querido. —Este dio un beso casto a su mujer en la cara a modo de saludo y rodeo con su brazo la cintura de su esposa.

—Señoras —dijo a modo de saludo para ambas—. Compruebo que nuestro querido vástago ya te ha presentado a su preciosa y nueva novia —agregó diciendo la última palabra con cierto deje despectivo.

—Sí, es una joven encantadora —contestó rápidamente Elisabeth para quitar hierro al asunto—. Presiento que nos haremos grandes amigas, ¿a qué sí, querida? —agregó cogiendo las manos de Melissa entre las de ella.

—Eso espero, Elisabeth. —La joven sonrió a la mujer de forma cómplice.

—No os encariñéis mucho —cortó tajantemente Borja—. Como bien sabrás —dijo mirando directamente a Melissa—, y si no lo sabes te informo yo ahora mismo. A mi hijo le dura una novia lo que dura un telediario.

—¿Qué te pasa, Borja? —le inquirió su mujer sorprendida ante el comentario hecho por su marido. 

—Solamente estoy siendo sincero con la chica. Es mejor que sepa la realidad que le espera antes de que desaparezca el suelo bajo sus pies cuando menos se lo espere —le contestó él.

—¿Siempre le dice estas lindezas a las “novias” de su hijo? —le contestó Melissa—. Ya entiendo un poco mejor porque las parejas de su hijo no han fructificado antes. Le aseguro que conmigo, esas “perlitas” no le servirán para separarme de él, si es lo que realmente pretende con ello. —Borja no la contestó y Elisabeth no intervino por miedo a crear un conflicto delante de todos los invitados de la fiesta—. Cariño, ya comenzaba a extrañarte —agregó Melissa dirigiéndose a Germán que se aproximaba al grupo compuesto por sus padres y ella.

—¿De verdad? ¿Entonces me harías el honor bailar conmigo? —le preguntó Germán a su novia.

—Me encantaría —le contestó ella—. Si nos disculpan —dijo a modo de despedida a los progenitores de su novio.

La elegante pareja se unió a las demás que ya bailaban al son de la música. Melissa desde la pista, comprobó como el matrimonio mantenía una acalorada conversación y al finalizar, Borja desapareció como alma que llevaba el diablo. Por su parte, Elisabeth mantuvo la compostura y continuó ejerciendo de buena anfitriona a falta de la presencia de su marido. Melissa se alegró por dentro, claro estaba sin exteriorizarlo. Borja podía ser poderoso pero también estúpido e impulsivo. Estaba claro que las palabras mordaces que le había dedicado no habían gustado nada a su mujer y le había reprendido por su comportamiento inaceptable.

—Parece que mamá y tú habéis compaginado bien, ¿no? —Germán la devolvió a la realidad y la sacó de la ensoñación en la que estaba inmersa justo en aquel preciso momento.

—Si, sería imposible no llevarse bien con ella. Tienes mucha suerte de tener una madre así, German. —Melissa apoyó su cabeza sobre el hombro de su novio.

—¿Mi padre dijo o hizo algo que te incomodó, Melissa?

—No, cielo. —Melissa no podía comprender por qué le hacía aquella pregunta—. ¿Por qué habría de hacer tu padre una cosa así? 

—Porque es lo que hace siempre con todas las mujeres a las que traigo a casa. Intenta espantarlas y me extraña que no halla intentado esa maniobra ya contigo. —Germán bajó su mano despacio por la espalda de su chica.

—Quizás le guste más que mis antecesoras, ¿no crees? —Melissa miró a los ojos a su novio, se lamió el labio inferior de forma sensual y a continuación se río—. Sí, cariño, me has pillado. Tu padre ya intentó espantarme hace apenas unos minutos.

—¿Ocurrió justo antes de que yo llegara? —Germán estaba completamente indignado por la actitud de su padre.

Melissa asintió antes de proceder a contestar. 

—Pero no tienes de qué preocupar. Como puedes comprobar, sigo aquí a tu lado. —Melissa le tocó grácilmente el cuello—. Si quiere separarnos tendrá que esmerarse algo más que con unas simples palabras soeces. Te quiero, German. Y ahora que nos hemos reencontrado, nada podrá separarnos, cariño, nada. Te lo prometo.

—No sé que he hecho para merecerte. —Germán apoyó su frente suavemente sobre la de su novia—. Eres increíble, Melissa. No entiendo como alguien no te pescó antes que yo. —Melissa volvió a morderse el labio—. Melissa, cielo, no sigas haciendo eso porque lo único que consigues con ello es que desee morderte yo mismo esos labios tan sensuales que tienes. —Germán no la mordió pero la besó tiernamente en los labios—. En estos momentos me siento el hombre más feliz del mundo. No sé que sería de mi si te perdiera ahora que por fin te he hallado.





    —Creo que deberíamos descansar un poco, ¿no te parece? —le preguntó Melissa a Germán tras llevar un buen rato bailando sin parar—. Además, me gustaría retocarme un poco el maquillaje. Si no te importa, claro.

    —¿Quieres retocar el maquillaje? Pero si estas preciosa, Mel. Ni siquiera entiendo porque te has maquillado para venir. Tu eres guapísima tal y como eres sin necesidad de esos potingues que te has echado hoy en la cara. —Germán tocó la mejilla derecha de su chica de forma tierna.

—Eso lo dices porque me miras con buenos ojos. Toda esta gente no pensaría igual que tú si no me viera maquillada —le contestó ella. 

—Lo dudo mucho. Por la forma en que te miran los solteros de la fiesta, bueno mejor dicho todos los hombres de esta fiesta, diría que soy el hombre más envidiado e incluso odiado a partes iguales por acaparar yo solo tú entera compañía —le contestó él con su característica media sonrisa. Esa media sonrisa que hacía que cualquier mujer se derritiera nada más verla y que a ella tanto le gustaba.

La canción que en ese momento estaban bailando, terminó y la pareja abandonó la zona de baile cogidos de la mano. Germán la guió hasta una zona más distante de la fiesta y la abrazó efusivamente atrayéndola hacia su cuerpo.

—Eres tan perfecta, Melissa. He tenido tanta suerte de encontrarte —Germán jugó con uno de los mechones del pelo su pareja.

—¿Me indicarás por donde debo dirigirme para ir al tocador, Germán?

Melissa cambió de tema radicalmente y eso lo descolocó.

—En serio, ¿me estás preguntando eso? —Germán no podía creer que no le siguiera la corriente y que solo estuviera obsesionada con ir al baño. Ella le respondió asintiendo—. Sigue ese pasillo —lo señaló con un movimiento de cabeza—. Es la tercera puerta de la izquierda.

—Gracias, cielo. No tardaré. Te prometo que te recompensaré a mi regreso.

Melissa se puso de puntillas y besó a su chico en los labios.

—Eso espero. Si veo que tardas en volver, me preocuparé tremendamente. Aquí hay mucho hombre suelto y no todos son tan decentes como yo. —Germán estrechó aun más fuerte a Melissa.

Melissa consiguió finalmente separarse de su chico y tomó la dirección que su pareja le había señalado. Al cabo de unos segundos, llegó al baño. El baño era amplio, como no podía ser de otra forma teniendo en cuenta la casa en la que se encontraba. Las paredes eran de mármol negro. El baño estaba decorado de forma clásica y ostentosa. La joven dejó su pequeño bolso sobre el mármol que bordeaba el lavabo y se miró en el gran espejo. El maquillaje había aguantado bastante bien la velada pero creyó conveniente retocarlo un poco. Todavía quedaba mucha noche por delante y debía estar perfecta durante el resto de fiesta que quedaba por delante. Cuando terminó de retocarse, estaba ya lista para regresar a la fiesta y continuar con su mejor actuación delante de toda aquella gente.

Salió del baño y se encaminó de nuevo al salón donde tenía lugar la fiesta. Cuando estaba apunto de llegar, a la altura de la primera puerta del pasillo, una mano la cogió agresivamente por el codo y la arrastró hacia la habitación donde se escondía el propietario de la misma. La mujer no supo reaccionar a tiempo y desapareció antes de que nadie se percatara de su desaparición. 



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