miércoles, 21 de julio de 2021

Lo que la verdad esconde. Capítulo 6

     German terminó de vestirse en su habitación, salió de ella y bajó cantando las escaleras hasta el hall. Al llegar abajo, se dirigió al salón donde sus padres ya se encontraban desayunando.

—¡Qué feliz se te ve hoy, cariño! —le dijo Elisabeth a su hijo nada más verlo entrar por la puerta—. ¿No crees Borja? 

—Si tú lo dices —contestó el hombre sin apartar su mirada del periódico que se encontraba leyendo.

Germán se sentó en la mesa al lado de su padre y enfrente de su madre.

—La verdad es que hoy me encuentro genial. —German se sirvió una tostada, café y zumo de naranja. 

—Me alegro que hoy te encuentres bien —le contestó Elisabeth con una sonrisa en la cara—. Yo en cambio estoy aterrada por los arreglos de última hora. Estoy deseando que pase este día para pasar la patata caliente a otro ingenuo. Cada año, me cuesta más organizar la fiesta del solsticio de verano. 

—Por Dios, no exageres tanto —dijo Borja cerrando el periódico y dejándolo encima de la mesa al lado de su hijo—. Estas cansada de organizar fiestas. No veo el estrés que puede causarte hacer una más.

—Cada fiesta es diferente y con la jubilación de nuestra antigua ama de llaves todo el peso de la organización ha caído sobre mi.

—Porque tú has querido. Ya te comenté que podíamos haber contratado una empresa que organizará este evento.

—¿Y qué mi fiesta sea como la de todas las demás? Me niego. Mi fiesta tiene que ser personal y diferente a las de los demás.

—Entonces no te quejes por la sobrecarga de trabajo. El año que viene puedes pedir ayuda a la nueva ama de llaves. Quizás te proporcione ideas nuevas.

Elisabeth únicamente contestó a su marido con una leve sonrisa. 

—Papá, mamá, la verdad es que ahora que os encuentro a los dos juntos, querría comunicaros una cosa. —Intervino Germán—. Hoy vendré a la fiesta acompañado.

—¿Vas a traernos a una de tus nuevas amigas, como haces cada año? —preguntó su padre de forma despectiva.

—No, papá. En esta ocasión voy a traer a una persona especial para mi, no a un simple pasatiempo. Hoy conoceréis a mi novia.

—¿Tienes novia. cariño? —Elisabeth estaba feliz por su hijo—. Ahora comprendo el aura de felicidad que llevas contigo. Ingenua de mi creí que era por tus buenos comienzos como actor, en cambio, ahora, ya lo veo todo más claro.

—¿Esta vez de que se trata? ¿De una modelo o de una actriz de tres al cuarto, hijo? —Borja no compartía la felicidad de su mujer.

—¡Borja! —le regañó su mujer—. ¿Por qué hablas así a tu hijo?

—Mamá, no te preocupes. — Germán no le gustaba que sus padres discutieran por su culpa—. Las palabras de papá ya no me molesta, con el tiempo he aprendido a escuchar sus palabras hirientes sin que me hagan el menor daño.

—¿Cómo voy a molestarte con mis palabras, hijo? A fin de cuentas, tú y yo sabemos que solo digo la verdad. ¿O es qué miento?

—Borja...

—Tú cállate —cortó Borja a su mujer—. Tú únicamente le tapujas con tus tejemanejes. Crees que le ayudas, pero lo único que haces es estropearlo aún más. Es hora de que asuma sus responsabilidades como hijo mío que es y se olvide de esas estupideces en las que está siempre metido. —Borja centró su atención de nuevo en su hijo—. ¿Crees que estás preparado para enfrentar a la vida real? Te equivocas. Sin mi, no eres nadie.

—Podría vivir igual si dejara este techo —Germán contestó rápidamente a su padre antes de que continuara con su monólogo.

—¿Crees qué por haber trabajado de camarero durante un año ya conoces todos los golpes que te puede dar la vida? ¡Qué equivocado estás! No tienes ni idea de lo que es pasar hambre. No tienes ni idea de que es labrarse un futuro sin ayuda de nadie. Eso es lo que le ocurre a la gente del mundo real, hijo. Y te guste o no, tú has nacido en una gran familia, y esos problemas nunca los sufrirás.

—Tengo que sufrirte a ti, ya es suficiente —contestó German muy bajo, como para sí. 

—¿Qué has dicho? —gritó Borja al no escuchar la respuesta de su hijo.

—Nuestro hijo está intentando labrarse un futuro el solo —intervino Elisabeth—. Ha conseguido un papel como protagonista en una serie, y lo ha hecho él solo. No le puedes quitar el mérito a eso.

—Ya veo —respondió Borja—. Es hora de que sepas que ese papel te lo consiguió tu querido padrino, Germán. —El hombre miró de nuevo a su hijo de una forma dura—. Sergio conocía tu pesar por no conseguir un papel después de haberte presentado a tantos castings. Así que movió algunos hilos y te dieron ese papel que tanto alaba ahora tu madre. Hijo, tienes ya treinta años, es hora de que asumas tu responsabilidad como un Domínguez que eres.

—Sé lo que pretendes hacer con esas palabras, padre. —Germán devolvió la dura mirada a su progenitor—.  Pretendes que acuda a esa fiesta solo para presentarme a alguna de las solteras de este país que tú mismo apruebas. Pretendes que sea como tú y no lo conseguirás por más que me humilles. —El hombre se llevó el vaso del zumo a los labios y bebió de él de forma serena—.  Una cosa te advierto padre, esta vez no conseguirás espantar a mi nueva novia como has hecho con las anteriores. Ella es diferente, no se amedrentará ante ti tan fácilmente.

—Eso déjame a mi que lo valore —contestó nuevamente Borja—. Dudo que tras la fiesta siga a tu lado a pesar de ser mi heredero.

Germán se levantó de la silla furioso por las palabras de su padre. 

—¿A dónde vas, cariño? —Elisabeth intentó apaciguar a su hijo.

—A trabajar.  

—Pero no has desayunado nada, hijo —le respondió su madre.

—La verdad es que se me han quitado las ganas de desayunar. —Germán comenzó a abandonar el salón.

—Germán, por favor. Desayuna algo —le dijo su madre disgustada porque ambos hombres hubieran discutidos y su hijo se fuera de allí de aquella forma.

—No te preocupes, mamá. Desayunaré en el estudio. —Germán se dio la vuelta y miró a sus progenitores—. Por la noche os presentaré a mi novia, espero que sepan comportarse. —Germán procedió de nuevo a salir del salón pero antes de hacerlo se volvió para mirar esta vez a su padre—. Por cierto, padre. Llevo ya ocho meses saliendo con ella y somos muy felices. Dudo que puedas empañar esa felicidad con tu actitud arrogante.

Germán abandonó el salón antes de que sus progenitores pudieran contestarle.

—¿Qué te pasa Borja? —le inquirió Elisabeth a su marido—. ¿Por qué le hablas así a tu hijo? A él, desde pequeñito, le gusta la interpretación. Su sueño es ser actor y lo sabes. Tu obligación como padre que eres de él, es apoyarle en sus proyectos, no contrariarle y desalentarle como acabas de hacer ahora mismo.

—Acabáramos. Lo que me acabas de decir es inaudito. ¿Tú me dices que mi obligación es apoyar a mi hijo en una cruzada estúpida? Mi obligación es llevarlo por la buena senda y como un Domínguez que es, tiene unas responsabilidades asumidas con este país.

—Su deseo no es dedicarse a la política. Nunca le gustó y lo sabes.

—¿Crees qué yo no tenía deseos y proyectos de juventud? Mi afán era ser médico.

—¿Y es qué no lo conseguiste? 

—Mi pasión no era sólo poseer un título universitario. Yo ansiaba ejercer, pero me topé con la realidad y tuve que abandonar mi sueño para dedicarme a las responsabilidades que en su tiempo había asumido mi familia. 

—Las cosas en los últimos años han cambiado. Tal vez...

—Le consientes demasiado a Germán  —le cortó Borja a su mujer—.  Si es así, en cierta medida, es por tu culpa. Si por mi hubiera sido, nunca le hubiera dejado meterse en el mundillo de la farándula. Por Dios, es un Domínguez. Si mi padre levantara la cabeza, se moriría del susto. 

—¿Me echas toda la culpa a mí? Tú hijo solo busca su felicidad y yo, si esta en mi mano, siempre le apoyaré para que la consiga.

—¿Su felicidad?

—Sí, el solo busca ser feliz. Tú también deberías apoyarle.

—¿Y también debería apoyarle con la recua de novia que ha tenido? Pero si cada una es peor que la anterior. Espero que esta al menos sea una stripper que podamos usar de animadora...

—¡Cállate ya, Borja! —le cortó en esta ocasión su mujer—. No entiendo tu actitud. Nuestro hijo solo intenta buscar su felicidad y tú insistes en ponerle la zancadilla una y otra vez.

—Si tú lo dices. —Borja se levantó de la silla malhumorado, no quería seguir con aquella conversación—. Ahora si me disculpas, tengo que irme a trabajar. Buenos días, cariño. —Borja se acercó a su mujer e intentó besarla en la cara pero esta la apartó antes de que lo consiguiera. 

—Espero que te comportes hoy en la fiesta.

—Llegaré unas horas antes de que comience la fiesta. Que tengas un feliz día, cariño. 

Borja abandonó el salón al igual que su hijo dejando a su mujer, en soledad, terminar su desayuno.

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