—¡Papi, papi, papi! Mira que muñequita más guapa me ha regalado el tío Sergio —dijo la niña pequeña desde su sillita en el asiento trasero del vehículo.
—Sí, princesa. La muñequita que te ha regalado tu querido tío es muy bonita, pero no tanto como tú —le contestó su padre con el cariño que profesaba a su hija.
La niña al oír las palabras de su padre se rió y abrazó su muñeca.
—Dimas, ¿no crees que estas conduciendo demasiado rápido para esta carretera? —le dijo su mujer que se encontraba sentada en el asiento del copiloto.
—Anda ya, Sofía —le contestó él riéndose—. Conozco esta carretera como la palma de mi mano, no te inquietes.
¡Pum!
Un ruido sordo se oyó debajo del coche, como si una piedra les hubiera golpeado por la zona baja.
—¿Qué ruido ha sido ese, Dimas? —preguntó la mujer un tanto asustada por el ruido.
—No lo sé, la verdad. No he visto que hubiera nada en la carretera que pudiera ocasionar ese ruido —le contestó Dimas a su esposa sin apartar la mirada de la carretera—. Sería una simple piedra, no hay de que preocuparse.
—¡Papi, papi! ¿Qué ha sido ese ruido? —chilló la niña asustada desde su sillita situada en el asiento trasero del vehículo.
Sofia se volteó en su asiento pacientemente para ver a su hija y tranquilizarla.
—Cariño, no te preocupes, no ha sido nada. ¿Por qué no duermes un poco con tu nueva muñequita, eh? Todavía nos queda un largo camino para llegar a casa y el viaje puede ser un poco aburrido. —La mujer tocó suavemente la nariz de su hija y esta sonrió.
La pequeña hizo caso a su madre y cerró sus ojitos mientras abrazaba a su nueva muñeca.
—¡No, no, no! —gritó Dimas asustado y fuera de si. Aquella actitud era impropia de él teniendo en cuenta que era un hombre muy comedido y sabía controlar muy bien todas sus emociones.
—¡Papi, papi! —chilló la niña asustada por el grito de su padre mientras abría sus alegres ojitos como platos.
—Dimas, ¿qué pasa? ¿Por qué gritas de ese modo? No ves que asustas a la niña —le inquirió Sofia a su marido.
—Los frenos, Sofi. Los frenos no funcionan —le contestó este asustado.
— ¿Cómo que no funcionan?
—¡Papi, papi! -La niña cada vez se ponía más nerviosa por la intranquilidad que comenzaba a inundar a sus progenitores.
—Alicia, cariño, ¡no pasa nada! —Le intentó tranquilizar en vano su madre—. Duerme un poco. Pronto llegaremos a casa, no te preocupes.
La carretera por donde circulaban tenía un gran desnivel. Al no poder frenar, el coche rápidamente alcanzó una velocidad imposible de controlar. A esas horas, por fortuna, no circulaba nadie por la carretera, lo que había permitido a Dimas sortear algunas curvas; pero el coche se acercaba peligrosamente rápido a una curva muy cerrada y a la velocidad a la que iban, sería imposible no salirse de la carretera. En esta ocasión, Dimas no pudo controlar su automóvil y el coche se precipitó al vacío con todos sus ocupantes dentro montaña abajo dando vueltas de campana.
—¡Papi!
—¡Melissa, Melissa! Despierta, cariño, despierta. Solo es una pesadilla, cielo. —Germán la intentó despertar dulcemente mientras la acurrucaba entre sus brazos—. ¡Shhh, shhh, shhh! Solo es una pesadilla, amor. Solo es una pesadilla. Tranquilízate, cariño, tranquilízate.
Melissa se despertó de su sueño sudando. Poco a poco empezó a recobrar la consciencia. El abrazo de Germán la reconfortaba de una forma indescriptible.
En los últimos días, aquella pesadilla se estaba adueñando cada vez más de sus sueños. Antes solo emergía de vez en cuando, pero últimamente, se le presentaba más a menudo y cada vez parecía más real e intensa, como si ella misma fuera una ocupante más de aquel automóvil. Durante las últimas noches, vivía aquel sueño como si fuera la niña que viajaba en aquel vehículo con sus padres y eso la preocupaba cada vez más. ¿Por qué aquel sueño se le había clavado de aquella manera en su cabeza? No tenía ninguna explicación.
—Gracias, Germán. Tu presencia me hace mucho bien. —Melissa giró su cara y besó a Germán en el nacimiento del cuello—. Últimamente estoy durmiendo fatal. Me despierto cada poco, y cuando consigo nuevamente conciliar el sueño, me persigue esa pesadilla una y otra vez. No sé como sacarla de mi cabeza, no sé...
—¡Shhh , shhh! Melissa, sigues todavía temblando. —Germán habló sobre el pelo de ella para a continuación besarla en la nuca.
Poco a poco, gracias al abrazo que también le profesaba Germán, la mujer fue tranquilizándose.
—¿Qué tal la presentación de la serie? —Melissa intentó cambiar de forma radical el transcurso de la conversación—. ¿Tuviste que quitarte de encima a muchas chicas?
—Más de las que te puedes imaginar. —Melissa le dio un codazo—. ¡Pero bueno! ¿Por qué preguntas entonces? —Melissa posó sus manos sobre las de él—. El estreno de la serie fue increíble. Según los productores será un éxito cuando se estrene en la pequeña pantalla.
—¿Cuándo está previsto el estreno?
—Para dentro de quince días, creo. ¿Sabes qué tuve que hacerme un montón de fotos con un montón de chicas guapas? Pero puedes estar tranquila, cielo, ninguna te superaba en belleza.
—Eres demasiado zalamero. Seguro que estuviste a punto de caer en la tentación.
—En la única tentación en la que caí fue en regresar aquí contigo. Ayer hubiera sido el doble de feliz si me hubieras acompañado.
—Perdóname, Ger. Te prometo que te compensaré.
Melissa se giró y le robó un beso.
—Me tienes pillado bien, ¿lo sabes no? Ayer mientras todas esas mujeres revoloteaban alrededor mío, yo solo pensaba en ti. —Germán besó a su chica en la nariz—. ¿Qué te parece si voy a preparar el desayuno y lo tomamos juntos aquí en la cama? —le preguntó Germán—. Mientras podrías intentar descansar un poco más. ¿Qué me dices?
—Me parece perfecto. Gracias, Germán. Gracias por ser tan bueno conmigo. No me lo merezco.
—Melissa, soy tu pareja. Eso es lo que hacen los novios, ¿no? Acompañar a sus amadas en los buenos y sobre todo en los malos momentos. Además todavía estas un poco griposilla. Hoy te trataré como a una reina, tal y como te mereces. Esta será mi primera buena acción del día. Hoy seré tu enfermero personal y mi primer deber es cuidarte para que estés completamente recuperada para acompañarme a la fiesta del solsticio de verano que está organizando mi madre.
—Pero eso es dentro de tres días. ¿Vas a presentarme a tus padres?
—Por supuesto. ¿Por qué no habría de presentar a mis padres a la mujer que ha robado mi corazón?
—¿Y si no les gusto?
—¿Y por qué no habrías de hacerlo? Eres perfecta. Les encantarás, ya verás. Mis padres solo quieren verme feliz y si tú eres la que lo consigue, ellos serán los hombres más felices del mundo. No tienes de que preocuparte, les encantarás. No tienes que tener dudas de ello.
—Pero, ¿ y sino es así? ¿Y si no les gusto? ¿Y si creen que soy demasiado poco para ti?
—Si no les gustas, no pasará nada. Yo no cambiaré de parecer y eso es lo que importa. Te quiero, Melissa y me da igual lo que piensen mis padres. Mis sentimientos por tí no cambiaran por lo que piensen mis progenitores.
—Yo también te quiero, Germán. Soy tan feliz por haberte encontrado. Soy tan feliz por tenerte a mi lado.
—Y yo, amor, y yo.
Ambos se fundieron en un beso y tras él, Germán decidió levantarse y salir de la habitación dirección a la cocina para preparar el desayuno. Melissa, por su parte, se acomodó de nuevo en su cama, cerró los ojos e intentó dormir un poco más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario