¡Ding, dong!
El timbre de la puerta de la casa de Melissa comenzó a sonar. Ella se encontraba trabajando en su despacho cuando el insistente desconocido se cebó con su llamador. La mujer, al seguir escuchando aquel insistente sonido, salió de su oficina.
—¿Teresa? —Melissa gritó el nombre de su asistenta pero esta no contestó por ningún sitio.
La mujer llegó al hall y la volvió a llamar sin éxito. Al no recibir ninguna contestación, decidió abrir ella misma la puerta principal de su casa.
—¿Floren? —Melissa no se podía creer que el modisto estuviera en su casa a aquellas horas—. La verdad es que no te esperaba tan pronto.
Floren se giró y aplaudió a su equipo que entró en la casa de Melissa todos ellos muy cargados.
—No podía dejar que te prepararas tú sola para una fiesta tan importante. Me he permitido el atrevimiento de traer a todo mi equipo para acometer tal labor. No debemos dejar nada al azar, querida.
Floren llevaba un traje negro impoluto y para completar el conjunto, en esta ocasión, llevaba entorno a su cuello un pañuelo color verde claro del mismo color que las gafas que portaba.
Melissa cerró la puerta de su hogar en el momento en que llegaba Teresa al hall para llevar a cabo su trabajo.
—Señorita, siento mucho no haber estado aquí para abrir la puerta —la asistenta se disculpó por no haber hecho su trabajo.
—Ya habrá momento para explicaciones, Teresa —le contestó Melissa quitando importancia a la ausencia de la mujer.
—¿Ella es tu asistenta? —quiso saber Floren al ver a Teresa.
—Una entre otras —respondió la arquitecta de forma escueta.
—Es monísima, ¿dónde la has encontrado? —Floren evaluó a la mujer de arriba a abajo.
—Trabajaba ya con mis difuntos padres. —Melissa fue concisa con su contestación. Aquel hombre no se merecía una contestación mas extensa, a fin de cuentas, era un completo desconocido.
—Bueno, pues ya va siendo hora de proceder a prepararte. —El modisto era un hombre inteligente y había comprendido que Melissa era celosa de su intimidad. En su trabajo era muy importante conocer a sus clientes y sobretodo, saber cuando ponían los límites a su relación con él—. Tenemos mucho trabajo por delante. —Floren estaba exultante, aquel era el trabajo que había estado esperando durante toda su vida y quería controlar cada detalle para que todo saliera perfecto.
—¿Ya? Pero si son las cinco —respondió Melissa sorprendida ante la iniciativa del hombre—. Tengo que terminar un trabajo en el que ahora mismo me encuentro inmersa.
—¿Terminar un trabajo? Habrás de hacerlo mañana —sentenció Floren—. Se nota que nunca antes has asistido a una fiesta de alta sociedad como a la que vas hoy. La preparación para ese tipo de eventos, requiere mucho tiempo. No es bueno andar con prisas. Muchas cosas pueden ocurrir y se debe disponer de tiempo suficiente para subsanarlas. Confía en mi, sé de lo que hablo.
—¿Y el resto de tus clientas? ¿No debías entregarlas a todas ellas sus vestidos hoy por la tarde? —Melissa intentaba conseguir tiempo de forma no muy fructífera.
—Esa labor se la he ordenado a una de las chicas del taller. ¿Vamos a vestirte aquí en el hall, querida? —Floren miró detenidamente la pomposa entrada de la casa de Melissa.
—No, por supuesto que no —respondió la mujer—. Teresa os acompañará hasta mi habitación. Yo me reuniré con vosotros allí dentro de unos minutos. Ya que no puedo terminar el trabajo con el que estaba, al menos, habré de apagar mi ordenador.
—Perfecto, pero no tardes, ¿eh? —replicó el hombre.
Melissa le sonrió a modo de contestación y le hizo unas señas a Teresa para que guiará a todo el grupo hasta su dormitorio. La mujer no tardó en comprender la orden de su jefa y dirigió al séquito hasta el piso superior de la casa.
Melissa, por su parte, se dirigió de nuevo a su despacho para apagar su equipo informático. A continuación se encaminó también a su dormitorio. Cuando llegó, un grupo de cinco personas revoloteaba en su interior. Floren dirigía a todos pero notó su presencia nada mas entrar en la estancia.
—Pensé que nunca llegarías. —Floren se aproximó a ella, la cogió de las manos y la guió hasta un biombo—. Desnúdate y ponte la ropa interior que hemos elegido para ti. Encima vístete la bata que te ha dejado Teresa para tal efecto. Cuando hayas terminado, las esteticistas procederán a realizar su trabajo.
Melissa hizo lo que aquel modisto le había ordenado. Cuando se puso detrás del biombo, se dio cuenta de que Teresa no se encontraba por ningún sitio. ¿Dónde se habría metido de nuevo aquella mujer? Primero se descalzó, a continuación se quitó los pantalones y después las camisa que vestía. La mujer miró detenidamente la ropa interior que descansaba sobre una mesa, era de color verde oscuro. Tras un detenido examen de las prendas, se quitó las que llevaba puestas y se puso las que le había traído el diseñador para la ocasión. Melissa se miró al espejo, el conjunto era muy provocativo, pero le quedaba como un guante. Tras unos breves segundos mirando su reflejo en un espejo, se tapó con la bata de seda que le había dejado su asistenta como bien le había dicho Floren. Cuando ya estaba tapada, salió de detrás del biombo pero Floren había desaparecido.
—Mi nombre es Sara. —Una mujer le tendió la mano. Melissa se la aceptó sin dudar—. Yo me encargaré de maquillarla y peinarla. Mi compañera, Nuria, se encargará de la manicura. ¿Le parece que procedamos?
—¿Y Floren? —quiso saber la anfitriona de la casa.
—Vendrá dentro de poco. No se preocupe por él. Floren no es de esos que te dejan trabajar sin su atenta mirada observándote —contestó Nuria sonriendo—. Enseguida estará revoloteando por aquí.
Melissa sonrió también y eso la relajó.
—Y menos hoy —intervino en esta ocasión Sara—. Considera este día su prueba de fuego, como para no estar controlándolo todo.
Las dos mujeres condujeron a Melissa a su tocador. Encima de él habían puesto todo su equipo para poder trabajar a gusto. La anfitriona se sentó en la silla y Nuria en un taburete; Sara por su parte, se colocó de pie en el lado contrario al que se había colocado su compañera.
—¿Te sueles maquillar a menudo? —le preguntó Sara a Melissa.
—Si te soy sincera, no —respondió ella—. Nunca dispongo de mucho tiempo para hacerlo.
Sara miró detenidamente su cutis.
—Tampoco tienes muchas imperfecciones que ocultar. Tienes una piel magnífica. —Sara le retiró el pelo de la cara y estudió su rostro—. Tu maquillaje me llevará menos tiempo de lo previsto, eso le encantará a Floren.
Las dos mujeres comenzaron a trabajar en ella. Eran muy buenas profesionales en sus respectivos campos. Cuando Floren llegó de nuevo a la habitación, estaban inmersas en sus labores. El hombre se acercó a contemplar la labor de ambas.
—Muy bien, chicas. —Las felicitó el modisto mientras miraba a Melissa por encima de sus gafas de color verde—. Estoy realmente impresionado con vuestro trabajo, seguid así.
—¿Eso es un cumplido, Floren? —La peluquera no se creía lo que acababa de oír de la boca del diseñador.
—¡Menos cháchara, chicas! —le respondió el hombre mientras tocaba sus palmas—. Unos minutos de conversación puede atrasarnos en sobremanera y nuestra guapa Melissa no puede llegar tarde a su cita de hoy. De qué servirían todos nuestros esfuerzos si la fiesta ya ha comenzado y la gente no se fija en ella por estar inmersa ya en los aperitivos.
Las dos mujeres se miraron entre si y resoplaron para a continuación proseguir con sus labores. Al cabo de quince minutos, Melissa pudo observar el resultado final.
—¿Esa mujer que se refleja en el espejo soy yo? —preguntó Melissa al ver el efecto del maquillaje sobre su rostro.
—Pues claro que eres tú, cielo —contestó la esteticista que se había encargado de hacerla la manicura—. Fíjate con que poco maquillaje pareces una modelo de esas de pasarela.
—Ya quisieran algunas de esas modelos poseer su cutis —contestó la maquilladora—. A mi ya me ha tocado maquillar a alguna de ellas y algunas tienen unas imperfecciones que ni te imaginas.
—¿En serio? —quiso saber de nuevo la esteticista.
—¿Ya habéis terminado, chicas? —Floren se acercó al tocador y cortó la conversación entre las dos mujeres.
—Decide tú mismo, Floren —respondió la maquilladora.
—Podrá servir —contestó el modisto una vez que comprobó detenidamente el maquillaje y la manicura que habían hecho a su musa—. Muy bien. Melissa ahora llega la auténtica prueba de fuego para mí. Espero que mi creación sea de tu gusto. Llevaba años intentando plasmar una idea que recorría mi mente y tú hiciste que me decidiera por fin a llevarla a cabo.
Floren hizo un gesto a una de sus ayudantes y la mujer abrió la bolsa que contenía el vestido que había creado para ella. Melissa al ver el vestido se quedó sin palabras.
—Bueno, ¿qué te parece? —Bajo su pose de modisto frío, estaba tremendamente nervioso por si no le gustaba a su clienta su creación. El hombre sabía que era difícil confeccionar un vestido con tan poco tiempo pero él se había comprometido y no quería fallar.
—Es precioso —contestó escuetamente Melissa.
—Si no te gusta...
—¡No, no, no! —le cortó Melissa rápidamente—. Disculpa que no haya sido más expresiva pero es que no me esperaba un vestido como este. Es perfecto, me encanta.
La mujer se acercó a la percha en la que descansaba la creación confeccionada por Floren. El vestido era largo de color verde oscuro, con escote palabra de honor. El cuerpo se encontraba entallado con pedrería dorada pero al llegar a la cadera, tenia un cierto corte vaporoso. La tela con la que había sido confeccionada era ligera por lo que no la daría calor durante la fiesta.
—Te he traído también esta torerita dorada por si la noche refresca. No tapará la elegancia del vestido. —Floren se acercó a ella sonriente con la prenda—. Está hecha de hilos de cristal a mano. Es una exquisitez.
—Eres un genio —sentenció Melissa—. El conjunto es inmejorable.
—¡Qué bah! —quitó importancia el hombre—. Bueno, bueno, no perdamos más tiempo. Ahora debemos proceder a vestirte por si necesito hacer algún retoquito al vestido.
Melissa sonrió mientras se quitaba la bata y se quedaba en ropa interior delante de tanta gente.
—¿Pues a qué estamos esperando? —preguntó la joven deseosa de probarse por fin aquel vestido.
Las dos ayudantes de Floren la ayudaron a ponerse el vestido, pero él fue quien subió la cremallera trasera. Una vez que lo hizo, tocó los hombros de la joven y descendió lentamente sus manos por sus brazos.
—Parece que no tendré que hacer ningún retoque. Mi creación te queda como un guante. —Floren giró alrededor de Melissa como un pajarillo observando que el conjunto le quedaba impecable.
El modisto temía que la zona del pecho no le hubiera quedado bien ya que Melissa poseía un busto prominente, pero no, el vestido le quedaba perfectamente.
—¿Deseosa por ver el resultado final? —le preguntó Floren a su musa.
La mujer únicamente le contestó asintiendo con su cabeza. No se atrevía a hablar por miedo a que le temblara la voz. Aquel vestido era precioso y era ella la encargada de llevarlo. Floren la cogió de la mano y la llevó hasta un espejo de cuerpo entero. Melissa estaba preciosa, aquel vestido era la mejor carta de presentación que podía llevar para entrar en la alta sociedad de Ximar. Nadie podía no fijarse en ella.
¡Toc, toc, toc!
Alguien llamó a la puerta de su habitación.
—¡Adelante! —animó Melissa a la persona que llamaba.
—¿Señorita? —preguntó Teresa desde el umbral de la puerta.
—¿Sí? —le contestó la dueña de la casa.
—Germán Domínguez la está esperando en el hall, señorita.
—Gracias, Teresa. Ahora mismo bajo.
La asistenta se fue y cerró la puerta tras de si tan rápido como había llegado.
—Querida, estás preciosa —expresó la peluquera—. Todo el mundo te observará a tu paso. Estoy segura que serás la más guapa de toda esa fiesta, más hermosa sería imposible.
—Ninguna de las presentes estará más elegante —intervino Floren radiante ante el resultado final de su aventura a contrarreloj.
—Gracias a todos, chicos —se atrevió a decir Melissa—. Sino hubiera sido por vosotros, este resultado habría sido imposible de conseguir. Os estoy muy agradecida.
—Basta, basta, que nos vas a sonrojar —contestó Floren—. ¡Vamos, vamos! —Aplaudió el diseñador—. Vosotras a recoger todo este desorden —se dirigió a todo su equipo—. Y tú —se centró ahora en Melissa—, debes reencontrarte con tu chico. Cuando te vea, se le parará el corazón.
—Espero que no —respondió Melissa sonriendo.
Melissa salió de su habitación y se encaminó a las escaleras que conducían al hall en el que se encontraba Germán. Cuando llegó a ellas se paró en el umbral de las mismas y fijó su mirada en su novio. Este al escuchar sus pasos levantó su cabeza para poder contemplarla. El hombre tragó saliva al verla tan espectacular. Tras unos segundos de espera en lo alto de las escaleras, decidió descenderlas bajo la atenta mirada del hombre. Germán se quedó mirándola sin poder coordinar palabra.
—¿No estoy bien? —Melissa se paró en seco en las escaleras al ver que Germán no la decía nada.
—Para nada, estas simplemente increíble —pudo finalmente declarar Germán.
Melissa bajó el último tramo de escaleras con paso decido. El pelo lo llevaba recogido con algunos mechones sueltos estratégicamente en los laterales de la cara.
—Gracias, pero no es para tanto —dijo al llegar al final de la escalera y ponerse a la altura de Germán.
—¿Qué no es para tanto? Voy a ser el hombre más envidiado de la fiesta por contar con tu compañía. —Melissa simplemente le contestó besándole castamente en la boca—. ¿Ya estás completamente recuperada de tu gripe?
—Sí, gracias a tus cuidados y con el reposo oportuno, estoy ya perfectamente.
—No tienes idea del gusto que me produce oírte decir eso.
Germán la besó apasionadamente mientras la abrazaba con tales ganas como si hiciera un siglo que no lo hacía, como si estuviera sediento de ella. Tras un rato entregados al beso, Melissa consiguió zafarse de él.
—No sé yo si a este paso llegaremos a la fiesta, Germán. —Melissa puso pucheritos sin que fueran muy creíbles.
—Que quieres que te diga. Ahora que sé que vuelves a estar recuperada, la idea de ir a la fiesta se me hace menos apetecible —le contesto él con una sonrisa pícara e intensificando más su abrazo sobre ella.
—No seas tonto. —Melissa comenzó a golpearle con sus manos suavemente para enfatizar su negativa—. ¿Qué impresión se formarían tus padres de mí si por mi culpa no asistes a su conocida fiesta del solsticio de verano?
Melissa intentó zafarse con poco éxito del agarre de su novio.
—Bueno, tal vez tengas razón. No quiero ser el causante de que entres con mal pie en mi familia —Germán sonrió—. Además, me encantará ser el hombre más envidiado del evento por llevar del brazo a la mujer más sexy de la ciudad.
Germán decidió terminar el abrazó besando dulcemente a Melissa en la frente. A continuación, la pareja salió de la casa de la mano en busca del coche que los llevaría a la mansión de la familia Domínguez.
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