Tras dos semanas de estancia en el hospital, Melissa regresó a su casa. Estaba muy contentada con retornar a su querido hogar y con volver poco a poco a la normalidad de su vida habitual.
—¡Oh Melissa! —la recibió su criada gentilmente—. ¡Qué alegría que regrese con nosotros! Todos hemos rezado por usted. —Melissa solo pudo sonreír ante las palabras de la mujer—. Ahora la cuidaré como se merece. Siéntese en el sofá, por favor.
La acompañó maternalmente hasta el sofá cogiéndola de la mano y de la cintura.
—Gracias, Teresa. Pero estoy bien. Solo necesito descansar un poco, eso es todo. Ya verás como con unos días más de reposo, y con tus cuidados, estaré completamente recuperada.
Ring, Ring.
El timbre de la casa sonó.
—Ahora mismo vuelvo, señorita. Por cierto, ¿quiere que le traiga algo?
—Un café y un cruasán de esos tan ricos que haces estaría perfecto, Teresa.
Teresa abandonó el salón para abrir la puerta. Ella por su parte, se acomodó en el sofá y cerró sus ojos. Al cabo de un momento, oyó como alguien se aproximaba y entraba en el salón.
—Teresa, sí que eres eficiente. Cada día me sorprendes más.
Melissa habló al desconocido que se acercaba pensando que era su asistenta sin abrir los ojos.
—Buenas tardes, Melissa —la saludó Germán con su característica sonrisa torcida.
Melissa se sobresaltó al oír la voz del que todavía seguía siendo su novio. No esperaba que todavía le quedarán ganas de aparecer por su casa después de haberle vetado el acceso al hospital. Había conseguido no verlo durante su estancia hospitalaria. Tampoco había contestado a sus llamadas de teléfono. La mujer pensó que con todas esas evasivas se daría cuenta que no quería verle y que su relación había llegado a su fin. ¿Cómo iba a poder hablar con él después de lo que su padre le había hecho? ¿Sería capaz de mirarlo sin recordar los tormentos que le habían infligido durante su cautiverio?
—Buenas tardes —le contestó ella fríamente.
—Por fin he conseguido verte y poder hablar contigo. —El hombre se sentó en el sofá al lado de ella y se giró para hablarla mirándola directamente a los ojos. Una mueca de dolor cruzó su cara pero apenas fue visible durante unos escasos segundos, en seguida su sonrisa se abrió paso. Hacía apenas dos semanas que él había también sufrido un accidente de tráfico del que todavía tenía secuelas internas aunque a simple vista los moretones ya habían desaparecido—. Se te ve cansada —cogió la mano derecha de Melissa con la mano que tenía operativa, su brazo izquierdo seguía inmovilizado—. Tienes las manos heladas, como siempre.
—Se me ve como a cualquier persona que ha sido secuestrada, torturada y apuñalada. —Melissa retiró su mano de la de Germán, no podía soportar su tacto—. Preferiría que me dejaras a solas. Estoy realmente cansada y quiero descansar, si no te importa.
—Es un placer volver a verle, Germán —le saludó Teresa—. Les he traído merienda para los dos. Si no necesitan nada más, me retiro para dejarles a solas.
Teresa abandonó la habitación dejando a la pareja en intimidad.
—Entiendo que estés cansada, pero llevo más de dos semana sin verte, sin saber nada de ti. ¿Por qué no me dejaste visitarte en el hospital? ¿Por qué no has cogido ninguna de mis llamadas? —quiso saber Germán.
—Lo que menos necesitaba en ese momento eran visitas y llamadas. No tenía, ni tengo fuerzas para soportarlas —le contestó ella secamente sin siquiera mirarlo a la cara.
—¿Por qué estás tan rara y fría conmigo? ¿Ha ocurrido algo entre nosotros que me haya perdido?
Germán intentó acercarse a ella. Melissa, por su parte, se removió en el sofá intentando repeler su contacto.
—Creo, sinceramente, que lo mejor será que nos demos un tiempo —le contestó mirándolo ahora sí directamente a los ojos.
—¿Cómo dices, cariño? —Germán se asombró al escuchar la propuesta de la que era todavía su novia.
—Quiero que nos demos un tiempo como pareja. Necesito espacio. Tengo mucho en lo que pensar —le aclaró Melissa.
—No, no puedes decirlo en serio, Melissa —el hombre intentó cogerle nuevamente las manos, pero ella se lo impidió.
—En estos momentos no me encuentro con fuerzas para tener pareja. Lo siento, pero ya he tomado la decisión.
—¿Con fuerzas? Si es porque...
—Sí, este contratiempo me ha destrozado por dentro —le cortó ella— y no quiero hacerte sufrir con mis problemas. ¿Lo entiendes? Tú ya tienes suficientes con lo que lidiar.
—Cariño —le dijo Germán tocándola la cara dulcemente—, superaremos este contratiempo juntos, ya lo veras.
—No, no quiero involucrarte en esto. Quiero superarlo yo sola, Germán. Lo mejor es que nos demos un tiempo. Tal vez en un par de meses...
—No puedes sacarme así de tu vida, Melissa. Las parejas están para apoyarse en los buenos y en los malos momentos, pero sobre todo en los malos. No quiero perderte. ¿No lo entiendes? Juntos somos más fuertes. No puedo perderte ahora, Melissa, no puedo. Tardé tanto en encontrarte que me niego a perderte de este modo.
—Dos no pueden seguir siendo pareja si una de las partes no lo desea. Ahora si me permites, me gustaría merendar tranquilamente, Germán.
Melissa miró a Germán sin una pizca de amor en sus ojos. Quisiera o no, estaba descargando la ira que sentía por Borja sobre su hijo. Estaba siendo más fría y cruel de lo necesario. Pero si no era así no conseguiría que la dejara en paz.
Germán se levantó del sofá y antes de irse, besó a Melissa dulcemente en el pómulo.
—No llego a comprender porque haces esto, Melissa. Pero no dejaré de luchar por ti. Te amo y haré todo lo que esté en mi mano para que volvamos a estar juntos.
Tras decir esas palabras Germán decidió irse y Melissa comenzó a merendar tranquilamente mientras un par de lagrimas surcaron sus mejillas. Le gustara o no, se sentía mal por portarse de esa forma con ese hombre que la amaba tan profundamente. Pero la doliera o no, era lo mejor para él y ella haría cualquier cosa para salvarlo.
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