jueves, 12 de agosto de 2021

Lo que la verdad esconde. Capítulo 26

     Miguel decidió llamar a su superior.

—Señor.

—Sí, Miguel ¿Tiene alguna noticia que darme para llamarme a estas horas? ¿Ya la ha encontrado? —el misterioso hombre se encontraba trabajando es su despacho cuando Miguel le llamó.

—Sí, he hallado a Alicia, señor. 

—¿Se encuentra bien? —el hombre se quitó las gafas y las dejó sobre su escritorio.

—No sé que decirle, señor. Se encuentra en estado crítico pero según parece está fuera de peligro

El hombre se levantó de su escritorio y comenzó a andar nervioso de un lado para otro de su despacho.

—¿No pudo rescatarla antes de que sufriera algún daño?

—Lo siento señor, fue imposible. Pero he de decirle que sabe cuidarse sola perfectamente. 

—¿Cómo puede decir eso si está en tal estado?

—Cualquier otra persona en su estado no hubiera podido eliminar a dos de sus captores. Yo me encargué del resto pero no llegué a tiempo para rescatarla, lo siento.

—¿Por qué no la sacaste de allí? Nosotros podríamos darle el tratamiento médico que necesitara lejos de las garras de la organización.

—Me fue imposible sacarla de allí. Ella antes de perder el conocimiento llamó a los servicios de emergencias que llegaron demasiado pronto para sacarla de allí sin que me vieran. Esperé a que la estabilizaran y seguí a la ambulancia por si ocurría algún otro incidente y debía intervenir. Se encuentra en el hospital Cabo.

—¿En el hospital Cabo? ¿Tan grave está para haberla llevado allí?

—Tuvo suerte. Ha perdido mucha sangre, pero saldrá de esta, señor. Es una mujer muy fuerte. Si desea puedo encargarme de prepararle una visita. Será complicado pero no imposible.

—No, Miguel. Gracias pero no. Ir ahora a Ximar es demasiado peligroso para mí. —El hombre se dirigió a una mesa en la que había muchas fotos. Tomó una en la que estaban él, una mujer y una niña pequeña. No pudo contenerse y tocó el rostro de la niña—. Daría lo que fuera por ir a verla y comprobar con mis propios ojos que se encuentra bien, pero es una maniobra que puede desmoronar por completo nuestro plan. No debemos desviarnos del propósito original. Tu prioridad ahora es protegerla. —El hombre colocó de nuevo la foto en su sitio—. Haz lo que sea necesario para tenerla vigilada día y noche. Ahora que la he encontrado, no puedo perderla de nuevo.

—No se preocupe, señor. La protegeré con mi vida si es necesario. Le mantendré informado de cualquier modificación en su estado de salud.






    Germán y sus progenitores entraron en el hospital y se dirigieron directamente al mostrador de información. Germán iba sentado en una silla de ruedas que dirigía la madre de este. 

    Germán al enterarse del incidente que le había ocurrido a su novia pidió el alta voluntaria del hospital para poder visitarla y comprobar con sus propios ojos el estado de salud de su pareja. Su padre no había estado de acuerdo con la decisión pero nada le haría cambiar de opinión hasta que supiera que Melissa se encontraba bien. 

—Buenos días. Veníamos a ver a una paciente de este hospital. Su nombre es Melissa Talso.

—Melissa Talso, veamos a ver... —dijo la mujer del mostrador mientras comprobaba el ordenador de su puesto de trabajo—. ¿Sus nombres son?

—Germán Domínguez y sus padres.

—Lo siento mucho, señor, pero la señorita Talso no quiere recibir visitas de ningún integrante de la familia Domínguez.

—¿Cómo dice? —le inquirió Borja a la mujer totalmente indignado por la contestación de esta.

—Lo que ha oído, señor —contestó la mujer muy seria dirigiéndose directamente a él—. No quiere recibir...

—¿Usted sabe quien soy yo? —le interrumpió Borja de muy malas maneras.

—Papá —intercedió Germán intentando calmar a su padre—. Soy el novio de Melissa —agregó en un tono más conciliador dirigiéndose a la señora del mostrador—. ¿No puede haber algún tipo de error en cuanto a nuestra restricción de visitas a Melissa?

—Lo siento pero no. —La mujer ni siquiera comprobó de nuevo su ordenador—. No hay ningún tipo de equivocación al respecto. Melissa fue muy clara y tajante con este tema. No desea recibir ninguna visita de ningún integrante de la familia Domínguez.

—Comprendo —contestó Germán comprensivamente—. Gracias de todas maneras y discúlpenos.

La familia Domínguez, finalmente, abandonó el hospital sin poder acceder a la habitación de Melissa.






—¿Señor?

—Adelante, Miguel —el misterioso hombre invitó a Miguel a pasar a la biblioteca. 

—¿Es un buen momento para informarle?

—Por supuesto, Miguel. —El hombre posó el libro que estaba leyendo en la mesa que se encontraba al lado del sofá que ocupaba—. Es un buen momento para que me informes de los progresos de Alicia. ¿Se encuentra mejor?

—Sí, señor —le contestó rápidamente Miguel—. Alicia ya se encuentra mucho mejor. En un par de días más, recibirá el alta médica y volverá a su casa. Se recupera muy rápidamente.

—¿Ha recibido muchas visitas? —El hombre tocó el sofá en el que se encontraba para animar a Miguel a que se sentara a su vera.

—Solo algunos compañeros de la organización. —Miguel se sentó—. Pero eso tiene una explicación, su lista de visitas es muy cerrada, tanto que Germán va cada día a verla, pero tiene que irse sin conseguirlo.

El hombre procesó la indagación que le había desvelado su subalterno.

—Gracias por la información. ¿Te estás exponiendo mucho para conseguirla?

—No excesivamente si es lo que le preocupa. Estoy siendo muy cuidadoso, confíe en mí. Sé hacer bien mi trabajo. Nadie se ha percatado de mi presencia.

—Si en alguien puedo confiar, esa persona solo puede ser tú, Miguel. Muy pronto volverás a casa, ya lo verás. —El hombre tocó la rodilla de su subordinado de forma complice—. Dentro de poco podrás sumergirte de lleno en la preparación de tu boda con Sara. —Miguel sonrió a su superior de forma complice—. Ya queda poco para nuestro regreso a Panaz.



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