sábado, 30 de abril de 2022

Conflictos interiores

    Llevo más de media hora sentada delante de este espejo y todavía no he terminado de maquillarme. Lo que habitualmente me lleva menos de diez minutos, en media hora todavía no lo he comenzado ni a realizar. Mi mente regresa una y otra vez a ese beso, me quedo atontada pensando en ese momento. Mi subconsciente parece que le encanta viajar temporalmente a ese preciso instante para revivirlo una y otra vez. No puedo dejar de pensar en como sus labios se fusionaron con los míos y como tras un momento de incertidumbre yo misma también me sumergí en ese intenso beso. 

    Me llevo inconscientemente mis dedos a mis labios, acariciándolos suavemente como si ese gesto me hiciera vivir aún más intensamente el momento que mi mente se esfuerza en que reviva una y otra vez. Lo cierto es que llevo anonadada pensando en ese beso desde ayer, apenas he podido dormir rememorando ese instante una y otra vez. Un cosquilleo lleva instaurado en mi estómago desde que mis labios fueron besados por los de Jayden. En ese preciso instante la parte racional de mi cerebro se desperezó «Amelia, ¿qué narices estás haciendo?». Alejo rápidamente los dedos de mis labios y pongo mis manos sobre la mesa de mi tocador. Las miro como obligando a mi cerebro a que se queden donde están para que mis dedos no vuelvan a acariciar mis labios rememorando el tacto de él. Yo que siempre había luchado contra este sentimiento, parecía que acaba de caer en él. No podía ser. «Amelia, tú eres más fuerte que una estúpida ilusión mental, eres un ser racional. Lo de ayer fue una estupidez que nunca más volverá a ocurrir, eso sería una locura. Él no vive en Gijón, ni siquiera en España, vive a nueve mil kilómetros de ti».

    Era cierto que durante aquellos dos últimos años, en alguna ocasión, tuve alguna fantasía estilo novela romántica literaria entre él y yo, pero era eso, una fantasía, una ilusión en mi cerebro. Nunca imaginé que pudiera llevarse a cabo en la realidad y mucho menos que nos besáramos después de haber bebido de la fuente de los siete caños. Esa fuente nunca había lanzado su magia en mí, pero parecía que ayer se esforzó en hechizarme, pero bien. 

    Vuelvo a esforzarme en retomar la misión de maquillarme, una misión que hoy parece que seré imposible de ejecutar. Cuando cojo la brocha para terminar de maquillarme, me miro al espejo y me percato que tengo un brillo especial en los ojos y una sonrisa no se despega de mi cara. Yo, la que huía siempre del amor, la que creía que el amor solo era una ilusión mental que atonta los cerebros había caído en él y esa sonrisa se ensanchó aún más. Me gustaba lo que estaba sintiendo, me gustaba sentir esta felicidad absoluta dentro de mi, incluso adoraba la sensación de sentir que flotaba de felicidad. 

    Mi cerebro estaba inmerso en un conflicto absoluto. Mi parte racional intentaba salir a la superficie de la piscina de emociones que estaba viviendo en aquellos momentos para que volviera a la cordura, a la senda original marcada. Pero mi parte emocional, que siempre estuvo recluida en un rincón de mi subconsciente, estaba a sus anchas y no iba a dejar de vivir su momento sin antes luchar con uñas y dientes por su supervivencia. Por el momento mi parte emocional estaba haciendo aguadillas a la parte racional, en otras palabras le estaba machacando. Era cuestión de tiempo ver que parte de las dos salía victoriosa de aquella lucha interior. 

    Pasar tiempo con Jayden estaba siendo una experiencia mágica. Nunca antes, había sentido lo que sentía estando a su lado. Nuestras conversaciones, incluso los breves silencios, me tenían embriagada de tal modo que solo éramos él y yo, el resto del mundo que nos rodeaba no era importante para mí. Yo, que soy una persona muy observadora, que me gustaba observar el mundo que me rodea, de repente solo tenía ojos para él y ponía toda mi atención sobre él. Cuando nos separábamos, estaba deseando volver a verle y desde que ocurrió ese beso, esa necesidad era aún más fuerte. Es como si no hubiera sido consciente de que me faltara una pieza y de repente la hubiera encontrado. Existía una atracción especial entre nosotros dos, lo sentía, lo percibía. No solo era por mi lado, por su parte existía la misma necesidad de estar juntos. 

    En ese preciso instante mi parte racional logra liberarse por unos instantes del placaje que le estaba haciendo mi parte emocional y consigue salir a la superficie y gritar bien alto. «Jayden se irá en unos días». Ese pensamiento me hace daño, no sé como podré volver a vivir sin su cercanía, pero rápidamente mi parte emocional vuelve a acorralar a mi parte racional y silenciarla. «Vive el momento, Amelia. Disfruta de esta sensación, que nada consiga empañarla. No dejes de vivir y sentir por el miedo al dolor que pueda venir». Mi parte emocional tiene razón. Debía alejar los fantasmas del miedo que podría sobrellevar su marcha y vivir el aquí y el ahora. Aunque su regreso a casa iba a ocurrir en unos días, y era algo inamovible, lo que había entre los dos parecía una historia preciosa de ser vivida y yo no podría piedras en el camino para que no ocurriera. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario