La estancia de Jayden en Asturias iba avanzando. Tras visitar el casco antiguo de Oviedo y la iglesia de arte prerrománico de Santa Maria del Naranco, la pareja de amigos regresó a Gijón.
Había sido un día intenso. Amelia le había enseñado los rincones más turísticos de la capital de la región. Desde la Catedral y la cruz de los Angeles depositada en su Cámara santa, un emblema de la región así como la pieza de orfebrería más antigua que se conserva en Asturias, pasando por la bella plaza del Fontán. También hubo tiempo para degustar una de las especialidades gastronómicas dulces de la ciudad, las moscovitas, mientras callejeaban por las calles de la capital y veían algunas de las más icónicas esculturas que alberga la citada urbe.
Jayden estaba disfrutando de su viaje. Se encontraba relajado a nueve mil kilómetros de su hogar, al lado de su amiga española que le estaba enseñando su región de una forma más amena y cercana que si la hubiera visitado por su cuenta. A su lado estaba descubriendo, no solo un nuevo país para él, sino una forma diferente de vida tremendamente alejada a la vida americana que él conocía. Los paisajes, la gastronomía, la forma de vida de aquella región tan alejada de su ciudad natal... Todas y cada una de sus peculiaridades le fascinaba y sabía que nada más alejarse de aquel lugar, una tristeza se apoderaría de su corazón. Como bien le había dicho su amiga al inicio de su viaje, tal vez se enamorara de aquel lugar y nada más lejos de la realidad. Estaba seguro que una vez que regresara a su hogar echaría de menos aquellos verdes prados, aquella opípara gastronomía, aquel cercano trato de sus habitantes, sus fascinantes historias mitológicas... En definitiva, tendría nostalgia de esta bella región.
Tras llegar a Gijón, decidieron dar un tranquilo paseo por el puerto deportivo de dicha urbe. A pesar de que había gente paseando, ellos podían caminar relajadamente mientras conversaban animadamente. Ambos disfrutaban de la compañía del otro, era algo que saltaba a la vista nada más verlos. Los días estaban pasando más rápido de lo habitual, eso era señal de que ambos se encontraban a gusto al estar juntos.
Cuando llegaron a las inmediaciones de la cuesta del Cholo, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad donde la gente se reúne con sus amigos para tomar unas sidras mientras aprovechan los últimos rayos de sol antes de que este desaparezca, una persona les hizo señas llamando su atención. Al principio Amelia no se percató, pero ante su insistencia, fue consciente de que era ella a la que se dirigían. Tras focalizar su visión en aquella persona, descubrió de quien se trataba.
—¡Ay madre! ¿Te importa si nos acercamos a saludar? Es una de mis amigas, Rosana —dijo Amelia a su amigo.
—Para nada, no es un inconveniente para mi —respondió Jayden sonriendo a su amiga.
Amelia tras responder a su amiga con el brazo levantado agitando su mano, dirigió a Jayden en dirección a su amiga y un grupo de personas que le acompañaban. Parte del grupo se encontraba sentado sobre el murete de piedra y otros se encontraban de pie. Amelia saludó a su amiga y le presentó a su amigo americano, Jayden.
—Así que tú eres el famoso americano del que tanto nos habla Amy. —Rosana abrazó al americano efusivamente ante su estupefacción y le dio dos sonoros beso en la cara.
La amiga de Amelia era muy extrovertida y esa actitud pilló desprevenido a Jayden que si le devolvió los dos besos a modo de saludo, pero no el abrazo. El americano no parecía sentirse demasiado cómodo con la espontaneidad que le demostraba aquella total desconocida para él.
—Sí, eso parece —respondió el americano un tanto cohibido ante la postura cercana que le transmitía aquella mujer que no conocía de nada.
—Estamos tomando unas sidras, ¿os animáis? —les preguntó Rosana.
Amelia tras mirar a su amigo buscando su aprobación aceptó la invitación. Rosana hizo las presentaciones del resto del grupo a Jayden. Todos se saludaron con dos besos o un apretón de manos excepto Amelia y uno de los hombres que allí se reunía al que ella ni siquiera se acercó y mucho menos saludó. El hombre en cuestión se hacía llamar Lucas. Jayden tomó nota al respecto y también se percató de que su amiga se sentó en el murete lo más alejada posible de dicho hombre haciendo que ellos le siguieran. Rosana, Amelia y él se sentaron juntos y comenzaron a hablar relajadamente. Tras un rato de conversación, Lucas se acercó silencioso con un vaso de sidra recién escanciado y se lo ofreció a Amelia que lo aceptó sin siquiera mirarlo a los ojos. El hombre recuperó el vaso y procedió a rellenarlo. Jayden estaba maravillado con el espectáculo que estaba observando. Ver a una persona escanciar sidra desde cerca era una experiencia única y electrificante. El hombre posicionaba la botella justo por encima de su cabeza y hacía caer el liquido en dirección al vaso localizado justo debajo de su bajo vientre. El chorro caía en las inmediaciones del inicio del vaso haciendo cripetear el liquido. Viéndole escanciar parecía una tarea sencilla y mecánica, pero Jayden temía que la tarea no fuera tan simple como parecía. Tras ofrecer a Rosana, llegó su turno de beber.
—¿Te está gustando nuestra región, Jayden? —le preguntó Rosana.
—Sí, tengo una increíble anfitriona —respondió el hombre tras beber la sidra y tirar parte del liquido restante por la zona donde había bebido tal y como había visto hacer a Amelia y Rosana.
En Asturias, lo común, era beber sidra compartiendo el vaso entre los integrantes del mismo grupo. Para higienizar el vaso entre las diferentes personas, era costumbre tirar parte del contenido del vaso por la zona donde se había bebido.
—Me alegro que te esté gustando Asturias. —Rosana posó su atención de nuevo sobre su amiga—. Sigue en pie vuestra asistencia a la espicha del sábado, ¿verdad?
—Sí, sí, por supuesto. Cuenta con Jayden y conmigo.
—¿Estás de vacaciones o has venido a Asturias a vivir? —le preguntó Lucas a Jayden.
Amelia no se había percatado de que Lucas seguía enfrente de ellos tres hasta que le escuchó hablar. Se sentía incomoda por la presencia de aquel hombre allí y Jayden se percató de este hecho al instante.
—Solo he venido a pasar diez días de vacaciones —respondió Jayden mientas le entregaba el vaso.
Lucas cambió su atención de Jayden a Amelia tras recibir la respuesta del americano. Ella, por su parte, lo miraba sin decirle una palabra, se palpaba la tensión que había entre los dos y se estaba generando una situación tensa.
—Creo que Marta quiere sidra —intervino Rosana antes de que la situación se volviera más insostenible.
Lucas la miró y ella le señaló con la mirada el lugar donde se encontraba la mujer a la que se refería. Tras unos breves segundos en los que Lucas se debatía en la decisión que tomar, finalmente decidió dirigirse al lugar donde se encontraba Marta.
—Gracias, Rosana —dijo Amelia nada más que Lucas se encontraba lejos de la zona en la que se hallaban—. Se generó una situación tensa.
—Perdóname. No debería de haberos llamado, pero me hizo tanta ilusión veros que no pude controlarme.
—No debes disculparte. Sé que llegó hace unas semanas y era inevitable que volviéramos a encontrarnos al compartir grupo de amigos.
—Lo sé, sí, era cuestión de tiempo que os volvierais a ver. Por cierto, viene también a la espicha del sábado. Pero no te preocupes el salón es grande podéis poneros en extremos opuestos, si te hace sentir mejor.
Jayden veía como su amiga se tensaba al hablar de aquel hombre que se hacía llamar Lucas. No sabía a ciencia cierta quien era, aunque podía imaginarse de quien podía tratarse. Él al ser un auténtico desconocido para el grupo podía observarlo sin que la gente se percatara demasiado en él. Solo le habían saludado pero enseguida habían vuelto a hablar entre ellos lo que a él le permitía observar sin ser siquiera visto. Una cosa si le había llamado excesivamente la atención y era la actitud de Lucas. El hombre no podía despegar sus ojos de Amelia, la cual no era consciente de este hecho por encontrarse inmersa en la conversación que estaba teniendo con su amiga Rosana. En un momento dado Lucas cambio la focalización de sus ojos de Amelia a él y al encontrarse con la mirada del americano, Lucas rápidamente posó su visión en un amigo que tenía a su lado y comenzó una conversación con él para quitar hierro al asunto.
—Voy a buscar algo para beber —dijo Jayden mientras se levantaba del murete en el que se encontraba sentado al lado de su amiga—. ¿Qué quieres?
—Sidra y trae también unos cacahuetes —le respondió ella centrando su atención en él antes de que este se dirigiera al bar para buscar la comanda.
—Vosotros dos tenéis algo —Rosana era directa, no se andaba con rodeo.
—No digas tonterías —contestó rápidamente ella intentando de este modo que su amiga dejara de elucubrar.
—¿No has visto como te mira?
—Me mira normal, igual que me miras tú o cualquiera de nuestros amigos. No saques las cosas de quicio.
—Nadie recorre medio mundo sin una motivación.
—Viene a conocer nuestra región. ¿Es qué no crees que sea suficientemente interesante para que un americano venga a visitarla?
—Amy, despierta. A ese hombre le gustas. No habría recorrido medio mundo si no fuera así. Tiempo al tiempo, amiga, tiempo al tiempo.
—Jayden y yo solo somos amigos, nada más. Además, ya sabes lo que opino yo del amor.
—¿Y qué opina él?
Amelia no respondió al ver aproximarse a su amigo con su bebida y un paquete de cacahuetes que le entregó a ella nada más encontrarse a su vera. Ella dejó los cacahuetes sobre el murete y se levantó para proceder a escanciar la sidra. Cuando iba a coger la botella y el vaso de las manos de su amigo este se lo impidió.
—Quiero intentarlo —dijo él a su amiga.
Ella decidió sentarse de nuevo al lado de su amiga y vio como Jayden se colocaba imitando la pose asturiana de escanciado. Al ver que había varios detalles en los que no se había fijado, como coger bien el vaso o la botella, se levanto y le guió como debía de hacerlo para ser un autentico escanciador asturiano. Una vez que Amelia le colocó bien el agarre de la botella y del vaso, se alejó un poco de él para darle espacio para ejecutar la acción. La sidra comenzó a caer de la botella y al no caer convenientemente en el vaso, Jayden lo redirigió correctamente para que el chorro del líquido impactar en el borde del vaso. El vaso comenzó a llenarse y cuando consideró que era suficiente, cortó el caño de líquido. Jayden estaba muy contento con el más que aceptable resultado. Había hecho un más que correcto primer escanciado sin poner demasiado perdidas las deportivas que calzaba.
—Me has dejado impresionada. En lugar de parecer tu primer escanciado, parece que lo llevas haciendo toda la vida.
Jayden le ofreció el vaso sonriendo y ella no dudó un instante en aceptarlo.
—Tu colaboración ha sido de gran ayuda, sino me hubiera puesto perdido los pies.
—Lo que está claro es que si decides quedarte a vivir aquí —intervino Rosana—, puedes dedicarte a escanciar sidra. No se te da nada mal.
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