sábado, 30 de abril de 2022

Capítulo 8 - Despedida

    Estaba teniendo lugar el trayecto más melancólico de las vacaciones de Jayden que Amelia hubiera vivido. Tras recogerlo en la puerta de su hotel, Amelia encaminó su coche en dirección al aeropuerto, era un trayecto de unos treinta minutos. En el transcurso de ese tiempo pensarían en todos los momentos bonitos que habían vivido y en la tristeza que les daría separarse después de diez días juntos. Cuando Jayden llegó parecía que la duración de sus vacaciones sería muy larga, pero la realidad, mejor dicho el día de hoy, les hizo darse cuenta que duraron un suspiro.

    Todo viaje tiene un inicio y un final. Normalmente su comienzo va acompañado de una gran alegría, de un gran júbilo por encontrarse con el ser querido que llega. Pero su marcha es otra cosa, su marcha va unida a un gran pesar por la separación, por los sentimientos de tristeza que acompañan al acto de alejamiento.

    Prácticamente todo el trayecto hasta el aeropuerto lo hicieron en silencio. Parecía que ninguno de los dos se atrevía a hablar por miedo a romper la magia que se había creado entre ambos durante aquellos maravillosos diez días. Fueron días mágicos, días que los dos recordarían toda su vida, días llenos de múltiples emociones que atesorarían en sus corazones. Lo que había comenzado como una bonita amistad, había desembocado poco a poco es una bonita historia de amor de la que ninguno de los se quería despertar.

    Muy lejano quedó atrás en el tiempo aquel evento que tuvo lugar en el rafting, o el beso apasionado de imprevisto que le dio Jayden a Amelia y que hizo que los muros internos de ella se resquebrajaran por completo. Hasta ese beso, Amelia había estado huyendo del amor durante largo tiempo. Ella creía que era una droga y que ese sentimiento era innecesario para ella, no quería volver a sufrir ese dolor inimaginable que te desgarra por dentro cuando se acaba. Pero ese hecho totalmente imprevisto para ella, le hizo cambiar radicalmente de opinión. De no querer saber nada del amor, a poco a poco ir sumergiéndose en él sin apenas darse cuenta. Ahora no quería separarse de él. Deseaba que le dijera que iba a alargar su estancia aunque ella supiera de ante mano que eso solo era una ilusión, solo era una fantasía en su cabeza. 

    Dentro de poco se enfrentaría a la separación de Jayden y presumía que ese hecho la rompería por dentro, cosa de la que llevaba tiempo huyendo, pero no pensó cuando Jayden la besó y se lanzó al vacío. Amelia siempre había luchado por su independencia, siempre había mantenido su fiel convicción de que su felicidad no dependiera de la proximidad que tuviera con una persona. Pero ahora se enfrentaba a un hecho irrefutable y es que sentía una necesidad de estar cerca de Jayden. Aquel sentimiento, en contra de molestarle, le hacía sentir una conexión con otra persona que hasta la fecha nunca había sentido. Eso en contra de lo que hasta ahora había pensado, no le hacía sentir inferior, más débil, sino todo lo contrario, se sentía plena, empoderada. 

    Lo cierto era que durante aquellos diez días no solamente habían visitado los lugares más turísticos de la región, sino que habían vivido juntos muchas vivencias que les habían unido si cabe aún más. Vivencias que a los dos les costaría olvidar y que siempre recordarían con nostalgia pasará lo que pasará entre ellos.

    Amelia miraba de vez en cuando, de soslayo a Jayden, pero él se encontraba ensimismado en sus pensamientos mirando a través de la ventana del vehículo al paisaje que les rodeaba. En esta ocasión no percibía en él el júbilo por ver un nuevo paisaje para él, como habían sentido en otras ocasiones, sino que tenía puesta la mirada en el paisaje, pero su cerebro estaba en otro lugar. En esos momentos, ella hubiera deseado poder leerle la mente para descubrir que estaba pasando por su cabeza. Nunca le había visto tan callado y distante con ella. Su cuerpo estaba sentado a su lado, apenas unos centímetros separaban sus hombros, pero su cerebro se encontraban a miles de kilómetros de distancia.

    La música sonaba a través de la radio, pero en esta ocasión, ninguno de los dos tenía el humor de cantar. La separación estaba cerca y aunque ninguno de los dos lo decía en voz alta, estaba claro que a ambos les aterraba la llegada de ese momento que cada vez estaba más próximo.

    Al llegar al aeropuerto ambos se encaminaron en silencio a la zona de facturación de equipajes. Caminaban uno al lado del otro con las manos entrelazadas pero sin hablar. Jayden estaba melancólico. Ambos eran conscientes de que los minutos estando juntos comenzaban su cuenta atrás. Habían tardado tanto tiempo en encontrarse en persona que esos diez días les habían pasado en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo juntos les había pasado más rápido de lo normal. 

    Llegó el turno de Jayden de facturar su maleta. Los dos vieron como su equipaje desaparecía a través de la cinta transportadora siendo un preludio de lo que más tarde les ocurriría a ellos.

—Tengo un pequeño regalo que hacerte —Amelia comenzó a hablar—. Iba a mandártelo en unos días, pero no quiero seguir viéndote triste porque nuestra separación esté próxima. Cuando lo veas estoy segura que algo dentro de ti se removerá y volverás a sonreír recordando los momentos que vivimos en esos momentos.

    Jayden la miraba fijamente a los ojos, escuchando atentamente cada una de las palabras que le decía Amelia.

—Estos días han pasado volando para mí. No creía que diez días fueran a pasar tan pronto.

    Amelia sacó su teléfono móvil y le envió un video. El video lo había hecho ella mezclando fotos y videos de los dos de toda su estancia en la región con la canción de fondo "Something I need" de One Republic que los dos habían cantado juntos en el coche el día de su llegada a Asturias. 

—Prefiero que lo abras una vez que estés solo. Quizás cuando pases el control o cuando subas a ese avión.

—¿Por qué no vienes conmigo? Ven unos días a Estados Unidos conmigo. —Jayden cogió las manos de Amelia entre la suyas mientras la miraba directamente a los ojos—. No quiero separarme de ti tan pronto, aún no.

—Ni yo tampoco, pero sabíamos que este momento llegaría.

    Amelia le abrazó, lo estrechó entre sus brazos y lo atrajo hacia ella. Él le devolvió el abrazo. Estuvieron así durante unos minutos, acompasando sus respiraciones, escuchando sus latidos, sintiendo el calor del uno en el otro. Probablemente fuera el último abrazo que tuviera lugar entre los dos durante un largo tiempo. Nueve mil kilómetros no era una distancia que pudiera recorrerse todos los días. Ellos lo sabían, por eso saboreaban ese instante tan especial para ambos.

    El aumento de pasajeros les sacó de su ensoñación, eso indicaba que la salida del vuelo dirección Madrid, el vuelo que cogería Jayden para iniciar su periplo de regreso a su hogar, estaba aproximándose. Los primeros pasajeros comenzaron a pasar el control de seguridad.

—Amelia —Jayden levantó el rostro de ella suavemente con su dedo indice para que lo mirara directamente a los ojos—, prométeme que pronto vendrás a visitarme.

    Amelia le miró a los ojos, se sumergió en su mirada, parecía que había sido hechizada. No podía responder, algo le impedía hablar, un nudo se había formado en su garganta. Sabía que si comenzaba a hablar, había un alto riesgo de que terminara llorando. Le aterraba separarse de él. Había estado tan a gusto con su presencia, con su cercanía, que no sabía como podría enfrentarse a su marcha y a su lejanía.

—Amelia, por favor —insistió de nuevo Jayden sin romper tanto el contacto visual como el físico—, prométemelo.

—Te lo prometo, Jay —respondió finalmente Amelia armándose de valor para contestar—. Pronto iré a verte.

    Jayden la volvió a abrazar, la elevó un poco y dio un giro de trescientos sesenta grados con ella en volandas. Amelia sonrió de felicidad, no se podía creer que ahora ella formara parte de una escena de película romántica similar a la que había visto en el aeropuerto el mismo día que Jayden había llegado a Asturias. Ella que nunca había fantaseado con vivir esa escena, ahora la estaba viviendo y estaba super feliz por formar parte de ella. Que giros del guión tiene la vida. 

—No sabes la alegría que me has dado. —Jayden no pudo contener la emoción y la besó apasionadamente—. Estaré contando los días para tu llegada. No te arrepentirás. Yo también puedo ser un magnífico anfitrión.

    El flujo de pasajeros a través del control de seguridad fue disminuyendo. La salida del vuelo estaba próxima por lo que Jayden no podía dilatar más el momento de despedirse.

—Gracias por estas increíbles vacaciones, Amelia. No olvidaré ninguno de los momentos que he pasado contigo. Estamos a punto de separarnos y ya estoy deseando que volvamos a reencontrarnos.

—Me da mucha pena que te vayas —Amelia no pudo seguir contenido más su tristeza y una lágrima comenzó a surcar su rostro.

—¡Oh, darling! —Jayden atrapó la lágrima dulcemente con su pulgar—. Enseguida volveremos a estar juntos, ya verás. 

    Jayden cogió el rostro de Amelia entre sus manos delicadamente y la besó apasionadamente, saboreando los últimos instantes que sus labios podrían rozarse antes de despedirse durante un tiempo incierto. Era cierto que podían seguir teniendo una conversación a través de mensajes y podían seguir enviándose audios. Pero después de haber estado prácticamente diez días todo ese tiempo juntos, la falta del uno desde un punto de vista físico y emocional, sería difícil de suplir a través de mensajes, videollamadas o audios. Tras finalizar el beso, Jayden le dio un último beso en la frente y se encaminó al control de seguridad de pasajeros. Ya no quedaban pasajeros por chequear así que su paso fue rápido.

    Amelia miraba con ojos vidriosos como él se alejaba irremediablemente de ella. Tras pasar el control y antes de subir las escaleras que le llevaban a la zona de espera de vuelos, se giró y la miró. La mujer pudo leer en sus labios como le decía «I love you». Ella rápidamente le contestó «Te quiero».







    Amelia decidió abandonar el aeropuerto e ir en busca de su coche cuando perdió de vista a Jayden. Una parte interior de ella estaba resquebrajada con la marcha de su gran amigo americano, una parte de ella que hasta la llegada de aquel hombre, habida sido pétrea. Nadie antes que él había conseguido aquel efecto en ella y tenía la mala suerte de que esa persona viviera a nueve mil kilómetros de distancia de ella.

    En ese momento, Amelia introdujo sus mano en los bolsillos de su chaqueta y en uno de ellos encontró lo que parecía un trozo de papel doblado. No recordaba haberlo depositado allí. Así que decidió sacarlo para investigar de que papel se trataba. El trozo de papel estaba doblado en un perfecto cuadrado. Lo abrió un tanto extrañada ya que no sabía como aquel desconocido papel para ella había llegado hasta allí. Al abrirlo descubrió que se trataba de una nota de Jayden. Al ver su escritura algo dentro de ella se removió, el corazón le dio un vuelco:

"Mi querida Amy,

Gracias a ti he pasado las mejores vacaciones de mi vida, no solo disfrutando de tu maravillosa región, sino también de tu compañía. Nunca pensé que una despedida fuera a ser un momento tan amargo para mi, como temo que será esta. Sé que nada más separarme de ti, una parte de mí se quedará contigo. Volveré a estar incompleto como hasta el día que te conocí. Solo espero que volvamos a vernos pronto para sentirme nuevamente un ser completo como me he sentido todos estos días a tu lado.

Te quiero,

Jayden"

    Una bonita historia había comenzado a fraguarse entre los dos. Solo el tiempo diría si la gran distancia que los separaba conseguiría romperla y despertar a ambos de esta extraordinaria ilusión.

Capítulo 7 - Espicha

    Tras buscar a Jayden, Amelia y su amigo americano comenzaron a callejear el centro de Gijón para llegar al lugar donde habían quedado con parte de su grupo de amigos.

    Jayden estaba maravillado con la bella arquitectura de algunos de los edificios de la ciudad. Cerca del precioso hotel donde se hospedaba, justo al lado del puerto deportivo, se encontraba un palacete que le tenía maravillado, el palacete de Urquijo. Su imponente y bella construcción, así como su localización lo tenían embelesado. Siempre que pasaba cerca de él, posaba sus ojos en aquel bello y señorial inmueble, le era imposible no hacerlo. 

    Atrás dejaron el palacete y se internaron en la céntrica y bulliciosa calle Corrida. Algunos de los edificios de esta rúa no se quedaban atrás en cuanto a belleza. A lo largo de su recorrido, dejaron atrás buenas muestras bien conservadas de arquitectura Art Decó tan característica de esta ciudad. 

    Desde que Amelia recogió a su amigo en su hotel y comenzaron a caminar, este le había cogido de la mano, sus dedos se entrelazaban armónicamente. Desde aquel beso en Covadonga, las muestras de cariño entre ambos habían ido creciendo y a Amelia el contacto con su amigo no le desagradaba, todo lo contrario, cada día se sentía más atraída por él. Cuando Jayden le cogía la mano, una felicidad recorría cada una de las fibras de su cuerpo, era como una droga. Sentir aquella felicidad le hacía querer sentir cada vez más esa sensación. 

    Poco a poco se fueron acercando al lugar donde habían quedado con los amigos de Amelia. En las inmediaciones del lugar, Amelia soltó bruscamente la mano a su amigo y este le miró extrañado. No entendía porque había cortado el contacto entre los dos de aquel modo. 

—No les he dicho nada a mis amigos de lo nuestro —Amelia le miró a los ojos para explicarle porque rompía la unión entre ambos—. Preferiría que no se enteraran.

    Jayden paró su avance. No entendía porque sus amigos no podían saber que entre ellos dos se estaba comenzando a fraguar algo, algo hermoso y bello que no tenía porque ser ocultado.

—¿Por qué? —Jayden buscaba una explicación coherente a aquel gesto por parte de su amiga. 

—Les he dicho que solo somos amigos. No me apetece decirles esto que ha surgido entre los dos. 

    Antes de que Jayden pudiera responder a Amelia, una pareja de dos chicos se aproximó a su posición. Ella al notar su presencia, cambio su atención de él a ellos. Al ver de quien se trataban, les saludó jovialmente y les dio dos besos. A continuación, hizo las presentaciones entre los tres.

—Jaime, Saúl, él es Jayden. —Amelia para enfatizar sus palabras lo miró—. Jayden, ellos son Jaime y Saúl. —Los tres hombres comenzaron a intercambiar apretones de manos a modo de saludo—. Ellos son parte de mi grupo de amigos. Al resto te los presentaré más tarde.

    El grupo de cuatro comenzó a caminar en dirección a una parada de taxis próxima al lugar. Saúl cogió del brazo y apartó a su amiga para cotillear más a gusto sin miedo de que los otros dos hombres escucharan su conversación.

—Vosotros dos tenéis algo. —Saúl no pudo contenerse en soltar esa frase nada más ver que Jayden y su pareja se encontraban un poco alejados de ellos y no había riesgo de que les escucharan.

—No digas tonterías, entre nosotros solo hay una amistad.

—Eso mismo le dijiste a Rosana, pero a mi no me engañas. Tienes un brillo especial en los ojos, un brillo que hasta que no llego él —Saúl enfatizó sus palabras haciendo un movimiento de cabeza en dirección a Jayden—, no tenías. Ese brillo solo surge cuando estás enamorada de alguien. Querida, bienvenida al club de los adictos al amor. 





    El taxi que los llevó a los cuarto a las afueras de la ciudad llegó a su destino. El llagar donde tenía lugar la espicha se encontraba en una zona residencial alejada del bullicio del centro. Tras caminar unos metros llegaron al establecimiento en cuya entrada se arremolinaban un buen puñado de personas que conversaban animadamente. Tras sortear a aquellas personas, entraron y se dirigieron al salón donde tendría lugar la cena. Eran prácticamente los primeros en llegar, pero poco a poco fue llenándose el salón de gente. Amelia fue presentando uno a uno a las personas que iban llegando. Unos eran amigos y otros eran amigos de amigos.

    El salón era de grandes dimensiones. A derecha e izquierda del mismo se encontraban dispuestas una fila a cada lado de barricas que contenían sidra natural asturiana. Una larga mesa estaba colocada en el centro del salón, pero sin sillas a su alrededor. Aunque si había bancos estratégicamente colocados en algunos laterales de la estancia.

    La espicha es una comida típica asturiana que discurre de pie mientras vas degustando los platos que se disponen en la mesa a la vez que vas catando la sidra escanciada directamente desde la barrica y vas moviéndote a lo largo del salón para ir conversando con las diferentes personas que se reúnen en el lugar.

    Cuando el salón ya se encontraba bastante concurrido, los camareros comenzaron a llenar la mesa de comida, tablas de quesos asturianos, tablas de embutidos, tortillas de patatas, pastel de cabracho, croquetas de jamón, chipirones, platos de parrillada, chorizos criollos y a la sidra... Jayden iba degustando cada uno de los platos que iban colocando en la mesa y cada cual le gustaba más. La gastronomía asturiana le volvía loco, todos los platos le gustaban. Los quesos le privaban, no tenía uno favorito porque todos le gustaban por igual. Desde el queso cabrales, al gamonéu, pasando por el afuegal'l pitu, todos le tenían igual de encandilado.

    En un momento dado, a lo largo de la cena, Jayden se separó de Amelia para ir al baño y a su salida un hombre chocó su hombro fuertemente contra el de él. Jayden se disculpó por cortesía, pero el otro hombre lo agarró del brazo impidiéndole seguir caminando. Al notar el agarre, el americano se giró para ver al dueño de aquella mano y se encontró con Lucas, el hombre que días antes había visto en la Cuesta del Cholo y al que Amelia ni siquiera le había dirigido la palabra y mucho menos la mirada.

—Olvídate de ella —Lucas miró a Jayden directamente a los ojos con una mirada dura.

—No sé de que me estás hablando —le contestó el americano tras conseguir liberarse del agarre del hombre.

—Olvídate de Amelia. No tienes nada que hacer con ella.

    Los dos se encontraban en el pasillo de acceso a los baños. Varias personas tuvieron que esquivarlos para llegar a los aseos.

—No tienes idea de lo que estás hablando.

    Lucas se aproximó desafiante a Jayden. Ambos se quedaron mirando a los ojos separados solamente por unos escasos centímetros. Lucas quería intimidarlo pero Jayden se encontraba pétreo y alerta en su sitio. Aquel hombre no sabía que era un ex soldado, un ex marine americano, no iba a amedrentarlo porque se acercara a él y lo mirara con cara de pocos amigos. A lo largo de su vida se había enfrentado a peligros mucho mayores, había vivido de cerca la muerte y no se había inmutado, no iba a hacerlo ahora.

—Lo que quiera que haya entre vosotros dos, es solo una ilusión. En cuanto te vayas, se olvidará rápidamente de ti.

—Lo dudo —le contestó Jayden mientras asomaba una sonrisa en su rostro demostrándole a Lucas que se encontraba relajado en aquella situación.

—Hasta donde yo sé, os separan miles de kilómetros. Es imposible que lo vuestro dure. Puede que lo haga durante una tiempo, pero tarde o temprano...

—Lo que intentas decirme es que nada más que me vaya, ¿intentarás conquistarla? —le cortó el americano.

    Lucas lo miró fríamente a los ojos, había dureza en su mirada. Con aquella mirada parecía que intentaba fulminarlo o escanear en su interior para descubrir sus entresijos. Estaba claro que se creía un tipo duro.

—Nada más que te vayas, quedará destrozada y yo aprovecharé ese momento para reconquistarla.

    A Jayden se le escapó una risa sarcástica al escuchar aquellas palabras. Ahora creía saber de quien podía tratarse aquel patán. Tenía las sospechas de que fuera el hombre que había destrozado el corazón de Amelia años atrás. El mismo que le había alejado del amor por miedo a revivir la tristeza que vivió en el pasado. Eso explicaría el comportamiento de ella al estar en su presencia y ahora las palabras de él. Amelia nunca le había contado exactamente que le había ocurrido con su antigua ex pareja, pero para que ella hubiera estado tanto tiempo alejada del amor, debió ocurrir algo entre ellos bastante grave. Conociéndola, dudaba que lo perdonara. Cuando una persona te hace un daño tan fuerte como para poner patas arriba tu vida y modificar tu interior, es difícil volver a confiar en ella y mucho menos introducirla en tu mundo personal. Cuando los dos se habían encontrado próximos, ella había actuado como si no existiera, no le había dirigido la palabra y mucho menos la mirada. A él le había costado un mundo romper el muro para acceder a su corazón. Iba muy despacio con ella precisamente para que poco a poco fuera familiarizándose con las sensaciones que ya tenía olvidadas y que no se abrumara y volviera a levantar de nuevo el muro alrededor de su corazón más infranqueable que el anterior. Había sido muy paciente para encontrar el momento preciso y adecuado para darle el primer beso. La había analizado durante largo tiempo. A pesar de que antes de ese beso la sentía próxima y cercana, también podía percibir un muro que construía a su alrededor. Tuvo que esperar mucho para encontrar el mejor momento para asaltarlo. Se había arriesgado y le había salido bien pero no quería forzar la cosas demasiado por miedo a que ella se alejara de él. Antes de dar un paso más, debía cerciorarse que los pasos que diera fueran firmes y no sobre arenas movedizas. 
Por como se comportaba Lucas, él dudaba que fuera a ser tan paciente como él. Seguramente intentará entrar en su vida como un torbellino. Y eso en lugar de acercarlos, los alejaría aún más. Le había visto observarla en la distancia y ahora que sabía que había dejado entrar a alguien de nuevo en su vida, intentaría su momento, pero estaba seguro de que su misión era imposible.

—El que debe olvidarse de ella eres tú. Es un consejo que te doy. Tú no tienes nada que hacer con ella.

    Jayden percibió como Lucas se tensaba. Aquellas palabras le habían enfurecido a límites insospechados.

—Venga tío, déjalo ya —intervino un amigo de él agarrándolo por el brazo y separándoles solo un poco por la resistencia que ofreció. 

    Jayden no se movió de su sitio seguía mirando duramente a Lucas demostrándole que no le tenía ningún miedo. Ninguno de los dos rompió el contacto visual. La situación se estaba volviendo muy tensa. El amigo se percató y arrastró como pudo a su amigo en dirección a los baños. Cuando Jayden perdió de vista a los dos, dio media vuelta y se encaminó de nuevo al salón donde tenía lugar la espicha. 

    Amelia comenzaba a estar algo colorada a causa de los primeros indicios de alcohol en su sangre. Hablaba relajadamente con sus amigos sin ser consciente de la escena que acababa de tener lugar entre él y Lucas cerca de los aseos. No dudó en ningún momento a la hora de ocultarle aquel hecho. No merecía la pena enturbiar su noche con una circunstancia sin importancia. 

    Jayden se acercó a su amiga y se aproximó mucho a ella. Ella pensó que iba a besarla delante de sus amigos. Él notó como se tensaba con su cada vez más cercana proximidad. Sus cara apenas estaban separadas por unos escasos centímetros. Si hubiera querido besarla delante de toda aquella gente, lo habría podido hacer. Pero su misión no era esa, sino ponerla nerviosa y cerciorarse que su cercanía le afectaba. Jayden cogió una de las cazuelitas de gulas y gambas que se encontraban en la mesa y al recuperar su posición, la sonrió pícaramente antes de probar la tapa que había cogido. Le gustaba retarla, le gustaba sentir como se ponía nerviosa a su lado, la echaría mucho de menos cuando se encontrara en la otra parte del mundo. 

    Él había conocido a muchas mujeres a lo largo de su vida, pero ninguna era como Amelia. Ella era simpática, lista, siempre tenía una sonrisa en su cara. Se podía hablar de cualquier tema con ella, con lo que las conversaciones entre ellos llegaban a ser interminables. Parecía que solo habían hablado un par de minutos cuando en realidad habían pasado horas. Era alocada en su justa medida, a la par que muy creativa y expresiva. A veces compartía con él alguna de sus ideas más locas, ideas que según ella no compartía con otras personas porque no la entenderían pero confiaba en él para contárselas. Pero lo que más le tenía encandilado era su inocencia y gran corazón, cualidades cada vez más difíciles de encontrar en nuestros días. A pesar de que algunas personas ya le habían hecho daño abusando de su candidez, ella no había cambiado su forma de ser, seguía confiando incondicionalmente en las personas. Unicamente desconfiaba en los hombres, ponía un muro entre ellos y su corazón, un muro que a él le costó mucho resquebrajar. Todavía faltaba mucho para que lo derribará completamente, pero poco a poco con paciencia, él conseguiría ocupar un lugar en su corazón. Iba por el buen camino.

    La espicha iba avanzando. Dos camareros escanciaban la sidra directamente de la barrica a una paleta de vasos que tras rellenar ofrecían a los asistentes mientras la comida de la mesa central iba poco a poco desapareciendo. 

    La cena fue avanzando y llegó la hora de los postres. Varios camareros trajeron densas bandejas con postres variados. Cuencos de barro de arroz con leche, casadiellas, mini carballones, marañuelas, tartaletas de manzana, pequeñas porciones de tarta de almendra... Jayden se le salían los ojos al ver la apariencia de todos los postres, todos le llamaban la atención. Estaba enamorado de toda la gastronomía de aquella región. No había ningún plato con el que no hubiera disfrutado. Adoraba tanto su gastronomía salada como dulce. Finalmente se decantó por degustar una casadiella. Este postre se trataba de una especie de empanadilla frita elaborada con una masa exterior de harina rellena de una mezcla compuesta de nueves y avellanas. Jayden se llevó el postre a la poca dio el primer bocado y cerró sus ojos para saborear más intensamente su sabor. Una explosión de sabor inundó su boca. El sabor de la nuez se entremezclaba con el de la avellana y la masa frita exterior. La mezcla era perfecta, era un postre pero sin ser demasiado dulce que empalagara. 

—¿Te ha gustado? —le preguntó Amelia.

—Si, me encanta este dulce, es increíble.

—Y qué me dices de la cena, ¿ha sido de tu agrado? 

—Ha sido una experiencia divertida. Me encantó ver como los camareros escanciaban la sidra desde las barricas. Y que puedo decir de la comida, toda era magnífica. Si me pudiera llevar algo de este rincón del mundo sería esta increíble gastronomía. Todo es exquisito, todo es una delicia. 

—Vaya, me entristece un poco que solo pienses en llevarte de esta región la gastronomía en lugar de a mí.

    Jayden sonrió con la frase directa que le acababa de decir su amiga. Creía que ni ella misma se había percatado todavía del trasfondo que conllevaban aquellas palabras.

—Es que para llevarte, tendría que contar con tu permiso.

    Amelia se llevó las manos a la boca sonrojada por el trasfondo de la frase que le había dicho a su amigo y que hasta el momento no se había percatado. En muchas ocasiones ella hablaba antes de pensar las consecuencias de sus palabras y una de esas ocasiones era esta. El rubor de sus mejillas aumentó.

—¡Qué vergüenza! Pensarás que soy una descarada.

—¡Oh darling! Adoro cuando dices este tipo de frases sin pensar —le respondió él mientas le tocaba el brazo de forma consoladora—. No dudes que te llevaría conmigo a mi regreso si tú quisieras. 





    Tras terminar la espicha, la noche continuó en la zona de fiesta de la ciudad. Decidieron ir a un pub de la zona del puerto deportivo. Tras pasar la puerta, donde se encontrabas los porteros, se internaron en el bar. Todavía era pronto y el establecimiento no estaba muy concurrido. Los primero en llegar del grupo de amigos de Amelia fueron ellos junto a Jaime y Saúl. Los cuatro subieron unas escaleras para posicionarse en un altillo.

    La música sonaba mientras los presentes bailaban, hablaban y bebían. Tras dejar sus cosas en una mesa, Jayden invitó a Amelia que lo acompañara a la barra. Saúl y Jaime, por su parte, se quedaron en las inmediaciones de la mesa para cuidar las pertenencias de todos.

    Los dos bajaron las escaleras que habían subido previamente y se dirigieron a la barra. Aunque el bar no estaba muy concurrido aún, los camareros estaban trabajando a pleno rendimiento. Tardaron en atenderles.

—¿Qué desean? —les preguntó la guapa camarera que decidió atenderles.

—Un Barceló cola —respondió Amelia.

    La camarera cambió su atención de la mujer a Jayden.

—Un whisky doble. 

    Jayden dijo su comanda sin fijarse en la camarera que estaba embelesada mirándolo, él centraba toda su atención en su compañía a la que no podía dejar de mirar. 

—Hoy estás muy guapa —Jayden cogió un mechón del cabello de Amelia y lo colocó detrás de su oreja tocando por el camino sensualmente el rostro de la mujer. 

    Amelia se ruborizó con las palabras que le dedicó su amigo americano.

—Lo dices porque me ves con buenos ojos. 

—Me encanta que seas tan recatada.

    Jayden rodeó el cuerpo de ella con su brazo derecho para acercarla más a él. Esperó un breve instante de tiempo por si ella repelía la acción y se alejaba. Al no hacerlo, decidió besarla apasionadamente en la boca. Los dos comenzaron a besarse con deseo, como si llevaran tiempo necesitándose el uno al otro. Amelia se olvidó de que sus amigos estaban viendo la escena a escasos metros de ella. Se olvidó de todo lo que la rodeaba, de sus miedos y se entregó por completo a ese momento. Solo eran él y ella, solo estaba centrada en el baile armónico de sus lenguas. 

    Saúl al ver la escena dio un codazo a su pareja por si no se había percatado del beso que estaba teniendo lugar entre Amelia y Jayden.

—Sabía que había algo entre esos dos. Los signos del amor a mi no se me escapan. Entre esos dos hay una atracción muy intensa. 

    Poco a poco los dos comenzaron a terminar el beso y a ser conscientes de donde se encontraban. Jayden apoyó su frente sobre la de ella y le habló a escasos milímetros de su boca.

—Llevaba toda la noche deseando besarte.

—Y yo —dijo rápidamente Amelia a modo de respuesta.

    Los dos no pudieron contener la risa al escuchar la misma confesión de los labios del contrario. Se miraron a los ojos, los dos tenían un brillo especial en ellos. Se podía percibir el deseo contenido que tenían el uno por el otro. Tras coger las bebidas se dieron la mano y así fueron en dirección al lugar donde se encontraban sus amigos. 

    Los dos se querían, era una tontería seguir ocultando lo que sentían el uno por el otro. Amelia había renegado de los sentimientos que tenía por Jayden a sus amigos, pero era hora de confesar sin tapujos que ese hombre le gustaba. Era cierto que vivía a nueve mil kilómetro de distancia de ella, pero eso no impediría que por unos días se lanzara a vivir el amor que sentía por aquel hombre. Cuando se marchara, tocaría enfrentarse a las consecuencias. Por el momento, era hora de disfrutar el instante, de vivir el momento, de hacerse a adicta a esa droga llamada amor. 

Conflictos interiores

    Llevo más de media hora sentada delante de este espejo y todavía no he terminado de maquillarme. Lo que habitualmente me lleva menos de diez minutos, en media hora todavía no lo he comenzado ni a realizar. Mi mente regresa una y otra vez a ese beso, me quedo atontada pensando en ese momento. Mi subconsciente parece que le encanta viajar temporalmente a ese preciso instante para revivirlo una y otra vez. No puedo dejar de pensar en como sus labios se fusionaron con los míos y como tras un momento de incertidumbre yo misma también me sumergí en ese intenso beso. 

    Me llevo inconscientemente mis dedos a mis labios, acariciándolos suavemente como si ese gesto me hiciera vivir aún más intensamente el momento que mi mente se esfuerza en que reviva una y otra vez. Lo cierto es que llevo anonadada pensando en ese beso desde ayer, apenas he podido dormir rememorando ese instante una y otra vez. Un cosquilleo lleva instaurado en mi estómago desde que mis labios fueron besados por los de Jayden. En ese preciso instante la parte racional de mi cerebro se desperezó «Amelia, ¿qué narices estás haciendo?». Alejo rápidamente los dedos de mis labios y pongo mis manos sobre la mesa de mi tocador. Las miro como obligando a mi cerebro a que se queden donde están para que mis dedos no vuelvan a acariciar mis labios rememorando el tacto de él. Yo que siempre había luchado contra este sentimiento, parecía que acaba de caer en él. No podía ser. «Amelia, tú eres más fuerte que una estúpida ilusión mental, eres un ser racional. Lo de ayer fue una estupidez que nunca más volverá a ocurrir, eso sería una locura. Él no vive en Gijón, ni siquiera en España, vive a nueve mil kilómetros de ti».

    Era cierto que durante aquellos dos últimos años, en alguna ocasión, tuve alguna fantasía estilo novela romántica literaria entre él y yo, pero era eso, una fantasía, una ilusión en mi cerebro. Nunca imaginé que pudiera llevarse a cabo en la realidad y mucho menos que nos besáramos después de haber bebido de la fuente de los siete caños. Esa fuente nunca había lanzado su magia en mí, pero parecía que ayer se esforzó en hechizarme, pero bien. 

    Vuelvo a esforzarme en retomar la misión de maquillarme, una misión que hoy parece que seré imposible de ejecutar. Cuando cojo la brocha para terminar de maquillarme, me miro al espejo y me percato que tengo un brillo especial en los ojos y una sonrisa no se despega de mi cara. Yo, la que huía siempre del amor, la que creía que el amor solo era una ilusión mental que atonta los cerebros había caído en él y esa sonrisa se ensanchó aún más. Me gustaba lo que estaba sintiendo, me gustaba sentir esta felicidad absoluta dentro de mi, incluso adoraba la sensación de sentir que flotaba de felicidad. 

    Mi cerebro estaba inmerso en un conflicto absoluto. Mi parte racional intentaba salir a la superficie de la piscina de emociones que estaba viviendo en aquellos momentos para que volviera a la cordura, a la senda original marcada. Pero mi parte emocional, que siempre estuvo recluida en un rincón de mi subconsciente, estaba a sus anchas y no iba a dejar de vivir su momento sin antes luchar con uñas y dientes por su supervivencia. Por el momento mi parte emocional estaba haciendo aguadillas a la parte racional, en otras palabras le estaba machacando. Era cuestión de tiempo ver que parte de las dos salía victoriosa de aquella lucha interior. 

    Pasar tiempo con Jayden estaba siendo una experiencia mágica. Nunca antes, había sentido lo que sentía estando a su lado. Nuestras conversaciones, incluso los breves silencios, me tenían embriagada de tal modo que solo éramos él y yo, el resto del mundo que nos rodeaba no era importante para mí. Yo, que soy una persona muy observadora, que me gustaba observar el mundo que me rodea, de repente solo tenía ojos para él y ponía toda mi atención sobre él. Cuando nos separábamos, estaba deseando volver a verle y desde que ocurrió ese beso, esa necesidad era aún más fuerte. Es como si no hubiera sido consciente de que me faltara una pieza y de repente la hubiera encontrado. Existía una atracción especial entre nosotros dos, lo sentía, lo percibía. No solo era por mi lado, por su parte existía la misma necesidad de estar juntos. 

    En ese preciso instante mi parte racional logra liberarse por unos instantes del placaje que le estaba haciendo mi parte emocional y consigue salir a la superficie y gritar bien alto. «Jayden se irá en unos días». Ese pensamiento me hace daño, no sé como podré volver a vivir sin su cercanía, pero rápidamente mi parte emocional vuelve a acorralar a mi parte racional y silenciarla. «Vive el momento, Amelia. Disfruta de esta sensación, que nada consiga empañarla. No dejes de vivir y sentir por el miedo al dolor que pueda venir». Mi parte emocional tiene razón. Debía alejar los fantasmas del miedo que podría sobrellevar su marcha y vivir el aquí y el ahora. Aunque su regreso a casa iba a ocurrir en unos días, y era algo inamovible, lo que había entre los dos parecía una historia preciosa de ser vivida y yo no podría piedras en el camino para que no ocurriera. 

Capítulo 6 - Covadonga

    En el día de hoy, Amelia llevaba a Jayden a conocer uno de los entornos más bonitos y emblemáticos de Asturias, Covadonga. Sería un día intenso, le enseñaría la basílica de Covadonga y, por su puesto, subirían también a los lagos. 

    Amelia había ido en muchas ocasiones a dicho lugar con sus padres y también con amigos, pero nunca había hecho de guía turística para nadie como hoy le tocaría hacer. Un punto a favor de dicha situación, es que podía contar a Jayden la historia del lugar sin riesgo a replicas críticas. Aunque conociendo a Jayden, seguramente, habría leído algo sobre el lugar antes de su visita. El entorno que hoy visitarían no solo era un lugar de culto religioso, también era un lugar importante para la memoria colectiva de todos los asturianos. Fue el lugar donde Pelayo comenzó lo que posteriormente desembocaría en la reconquista cristiana de la península ibérica. Realidad y ficción se entremezclan en ese lugar y solo sus piedras conocen la verdadera historia que tuvo lugar allí. 

    Aparcar en Covadonga fue tarea sencilla. A diferencia de lo que ocurría durante los meses estivales, no les constó nada de tiempo estacionar. Se podría decir que incluso habían tenido mucha suerte porque aparcaron a escasos metros de la imponente basílica de Santa María la Real de Covadonga. 

    El día había abierto a medida que se acercaban a su destino, así que cuando descendieron del vehículo, unos agradables rayos de sol les bañaron. 

—¿Qué te parece el entorno? —le preguntó Amelia a Jayden mientras cerraba el coche. 

    Jayden estaba admirando anonadado el verde valle donde se encontraba la basílica de Covadonga. Las montañas más próximas tenía una vegetación frondosa, por lo que era sencillo escuchar el trinar de los pájaros. 

—Es un lugar espectacular y precioso. —El hombre cerró los ojos y aspiró hondo, como si con ese gesto consiguiera guardar en su subconsciente el aroma que estaba respirando en aquel preciso momento y lugar—. Huele a naturaleza en estado puro. Tengo muchas ganas de conocer todo este lugar.

    Juntos se encaminaron a la explanada de la basílica. En el lado izquierdo se encontraba la escultura del que se considera el primer monarca del reino de Asturias, don Pelayo. Según se cree, Pelayo habría dirigido la batalla que tuvo lugar en dicho entorno y que sería el desencadenante de la reconquista. Lo cierto es que la batalla de Covadonga fue la primera victoria de un grupo rebelde contra las fuerzas sarracenas que por aquel entonces dominaban toda la península ibérica. Dicha batalla fue el origen de una rebelión coordinada que daría lugar poco tiempo después a la fundación del Reino de Asturias y con el paso del tiempo, a su expansión hacía terrenos más al sur de sus orígenes. 

    Poco a poco la pareja de amigos fue dirigiendo sus pasos hacía la entrada de la basílica. Una vez que llegaron a sus puertas accedieron a su interior. 

—Te encantaría la experiencia de vivir la fiesta regional en este lugar — agregó Amelia a un Jayden maravillado por el interior del edificio—. El ocho de Septiembre, miles de personas vienen a este lugar y suben a continuación a los lagos para festejar la fiesta regional. Gaiteros tocan el himno regional en el exterior mientras bailarines profesionales bailan el baile típico regional. A cualquier asturiano, este lugar le hace vibrar de una forma especial. No sabría decirte si es por la historia que encierra detrás o porque el entorno tiene una magia especial. 

    El incienso inundaba el aire que se respiraba en el interior del templo. El interior de la basílica estaba iluminado gracias a los rayos de sol que entraban por las bonitas vidrieras colocadas estratégicamente en el edificio. Jayden estaba maravillado con la estructura del edificio, miraba detenidamente cualquier detalle del lugar. 

    Tras recorrer toda la basílica decidieron encaminarse a la cueva. A diferencia de la luminosidad de la basílica, el interior de la cueva era oscuro y a penas disponía de luz, únicamente algún que otro agujero dispuesto en la roca de la pared y alguna que otra luz les permitía guiarse a través de la gruta. Se podían escuchar gotas de agua cayendo por los muros y eso confería al lugar un ambiente húmedo y fresco. El lugar podría catalogarse de tenebrosos si no fuera porque desembocaba en el lugar mágico donde se encontraba descansando la virgen de Covadonga. Antes de llegar a la virgen, a la derecha del recorrido, se encontraba una zona de velas donde la gente devota de la virgen encendía una para que sus plegarías se cumplieran. Tras pasar esta zona llegaron al lugar donde se encontraba la virgen. Estaba vestida con su característico y emblemático mantón rojo. 

    Tras unos instantes observando en silencio la figura religiosa, Amelia preguntó a su amigo si quería hacerse una foto con ella. Él no dudo en aceptar sin antes no proponerle que ambos salieran en la instantánea. Amelia no pudo negarse a la propuesta, a fin de cuentas sería un bonito recuerdo de aquella visita y de aquel viaje de su amigo americano en general. Tras esperar su turno para ponerse cerca de la virgen para hacerse la foto, le pidieron al siguiente de la fila que les hiciera la instantánea. 

    Tras comprobar que hubieran salido ambos bien en la foto, se dirigieron a la pequeña capilla de piedra que se encontraba construida prácticamente incrustada en la pared de la cueva. Tanto la virgen, como la pequeña capilla se encontraban en una especie de terraza con vistas a un precioso valle a sus pies. Debajo de este balcón se encontraba una cascada. Así que estar apoyado en la barandilla, mientras veías esas impresionantes vistas, a la vez que escuchabas el relajante ruido de la cascada a tus pies, era una experiencia maravillosa que Jayden estaba disfrutando. El lugar le parecía mágico y precioso a partes iguales y su cara lo demostraba por el brillo que tenían sus ojos y la sonrisa que tenía impresa en su rostro. 

    Amelia en ese preciso instante se fijó en la colección de tatuajes que tenía el americano impresos en su piel. Unos eran en blanco y negro y otros tenían color. Era cierto que los había visto en fotos que él le había enviado, pero hasta ese preciso momento no le había visto los brazos descubiertos y no los había visto en persona. Se moría de ganas de tocar la realista águila americana que tenía tatuada en el brazo, pero se contuvo por no creer que fuera una actitud conveniente. Tal vez Jayden se sintiera cohibido porque ella le tocara el brazo sin ton ni son y no le quería incomodar con esa acción. 

—Si no te importa, voy a ir a comprar una vela para ponérsela a la virgen. — Amelia también sacó de su ensoñación a Jayden con su comentario—. Si quieres puedes esperarme aquí, será sólo un momento.

    La mujer necesitaba alejarse de él si quería controlar sus impulsos de tocarlo. Al tener los brazos apoyados en la barandilla, se le marcaban todos los músculos y Amelia parecía no encontrarse cómoda vislumbrando aquella imagen.

—No, no, voy contigo. 

    Juntos bajaron unas cuantas escaleras hasta una pequeña tienda. Primeramente bajaba ella, seguida muy de cerca del americano. Otras personas había decidido hacer lo mismo que Amelia y comprar una vela allí, por lo que les tocó esperar un poco para que llegara su turno. 

—A mi también me gustaría comprar una vela —dijo Jayden a Amelia una vez que les tocó su turno—. Me gustaría pedirle algo a la virgen también. 

—Muy bien, espero que lo que pidas te lo conceda. 

—Yo también —le respondió él sonriendo.

    Tras comprar las velas subieron de nuevo las escaleras que habían bajado y ambos se dirigieron hasta el lugar indicado para encenderlas y depositarlas. Tras encenderlas y estar unos instantes callados pidiendo sus plegarias, abandonaron la cueva por las empinadas escaleras que daban a la base de la montaña donde se encontraba la cueva. Una vez abajo de las escaleras, ambos miraron hacía arriba. La vista era muy bonita, el balcón donde descansaba la virgen y debajo la cascada cayendo continuamente agua. La hermosa vista, el sonido del agua, el trinar de los pájaros, el aroma a aire puro conferían al lugar un ambiente mágico que encandilaba a cualquier visitante por muy exigente que fuera.

—Según la creencia popular, si tiras una moneda al agua y pides un deseo, este se cumple —informó Amelia a Jayden. 

    Este sin pensárselo dos veces sacó una moneda de su pantalón, se puso de espaldas a la charca que formaba la cascada, cerró sus ojos y la tiró al agua.

—Que no sea por no insistir —agregó el californiano sonriendo tras el ritual que acaba de hacer—. ¿Pedimos que nos hagan otra foto? 

    Tras decidir el turista que les haría la instantánea ambos se colocaron para la foto.

—Acérquense un poco más, parejita —les dijo el hombre que les hacía la foto.

    Jayden al principio titubeo, pero al mirar a Amelia a los ojos tomó el valor que hasta el momento le había faltado y abrazó a su amiga por el hombro atrayéndola hacía su cuerpo. La mujer no le impidió la acción y eso hizo que él se relajara.

—Hacen una pareja preciosa.

    El hombre le entregó la cámara a Jayden y se despidió de ellos.

—¿Te lo puedes creer? Ese hombre creía que éramos novios —Amelia sonrió a Jayden de forma alegre. 

    La mujer no podía creer que aquel hombre pensara que ellos dos eran pareja cuando en la realidad solo eran amigos. Jayden estaba tan absorto mirando la foto que les acaba de hacer aquel hombre que no había oído el comentario que le acababa de hacer Amelia. En realidad les había hecho varias y todas le gustaban, el entorno era espectacular y ellos habían salido muy favorecidos. La luz del lugar era especial.

—¿Dónde está esa famosa fuente de los siete caños? —preguntó Jayden mientras la buscaba con la mirada.

—¿De verdad que quieres ir hasta esa fuente? 

    Amelia estaba sorprendida de que Jayden se acordara de aquella fuente de la que le había hablado en uno de sus audios hacía ya unos años.

—Por supuesto, y pienso beber de sus siete caños.

—Estas bromeando, ¿verdad? 

    Amelia no se podía creer lo que estaba escuchando. Su amigo, un ser super racional, que no creía en ninguna superstición, había puesto una vela a la virgen de Covadonga, acaba de echar una moneda a la poza para pedir un deseo y ahora quería beber de la fuente de los siete caños. «¿Qué le esta ocurriendo a este hombre en este lugar?».

—No, no. Quiero saber si la leyenda se convierte en realidad —respondió Jayden muy serio mirando a su amiga. 

—Eso son leyendas, yo misma te lo puedo corroborar. He bebido un montón de veces de todos sus caños y todavía no me he casado. Fíjate que ni siquiera todavía tengo novio. 

—Bueno tal vez en esta ocasión su magia funcione, quien sabe —agregó el norteamericano.

—Si quieres probar suerte, no seré yo quien te quite la ilusión. A fin de cuentas has venido aquí desde muy lejos. 

    Amelia rodeo la poza seguida muy de cerca de Jayden y comenzó a caminar a través de un estrecho sendero pegado a la montaña. El suelo eran piedras y por su proximidad a la poza y a la cascada se encontraba húmedo y, por tanto, resbaladizo. Había que tener cuidado al caminar para no resbalar. Por el trayecto se cruzaron con una familia que regresaba del lugar al que se dirigían ellos. Tras caminar unos metros llegaron finalmente a la fuente. 

—Aquí tienes la famosa fuente de los siete caños —dijo Amelia al llegar a la pequeña explanada donde se encontraba. 

    La fuente se encontraba prácticamente debajo de la cascada en el margen izquierdo de la misma, casi incrustada en la pared de la montaña. Allí era imposible no mojarse con la bruma que producía la cascada al encontrarse a escasos metros de distancia. Amelia se apartó del camino de Jayden para que este pudiera llegar hasta la fuente y beber de los siete caños de la misma. 

—¿Es qué tú no vas a beber? —le preguntó el americano a su amiga al ver que esta se alejaba de la fuerte y no se disponía a realizar el famoso ritual.

—Como ya te dije, no creo en la magia de esa fuente, solo son leyendas — respondió ella.

—¡Venga Amelia! Bebe delante de mí, que más te da.

    Ambos se miraron y Amelia, tras pensar brevemente su decisión, finalmente accedió. Su amigo había recorrido medio mundo para ir hasta aquí, no sería ella quien desmerecería ese momento. Si él quería que bebiera, lo haría, no sería ella quien rompiera la magia de aquel momento. 

—Bueno, venga vale. Porque vengo contigo, sino no bebería de nuevo de estos caños. Recuerda, hay que beber de todos los caños sin respirar.

    Amelia bebió de cada uno de los caños girando alrededor de la fuente. Jayden la imitó a poca distancia.

—Bueno, espero que a ti te traiga más suerte esta fuente —le dijo Amelia a su amigo tras beber del último caño y alejarse un poco de la fuente para darle más espacio. 

    Amelia se colocó muy próxima a la orilla de la poza para dejar espacio a su amigo para que bebiera del último caño que tenía un difícil acceso. La mujer pudo ver como su amigo bebía de los últimos caños para terminar con el tradicional ritual. Cuenta la leyenda que rodea el lugar que si bebes de los siete caños sin respirar y no tienes pareja, consigues una en el transcurso de un año y si la tienes, te casas en ese mismo tiempo. 

    Tras terminar con el ritual, Jayden se aproximó con mucha decisión hacía la dirección donde se encontraba su amiga. Al ver esa acción, Amelia tuvo la reacción de dar un paso hacía atrás pero Jayden, gracias a sus reflejos de antiguo ex-miliar la rodeo con su brazo derecho impidiendo que cayera al agua y la atrajo hacía él para besarla apasionadamente. La mujer se quedó en shock durante unos segundos, no esperaba esa reacción por parte de su amigo. Pero pasado unos instantes, una sensación extraña nació dentro de su ser y le devolvió el beso intensamente. Hasta ese preciso instante la mujer no había sido consciente de lo sedienta que estaba de él. Sus bocas se habían fusionado en un pasional beso y ambos parecía que habíamos estado esperando durante mucho tiempo aquel momento. Tras un primer instante de asombro, el cuerpo de Amelia reaccionó a su calor y abrazó a Jayden por la cintura atrayendo si cabía más sus cuerpos. El momento y el entorno eran mágicos para su primer beso. Parecía que ninguno de los dos quería romper aquel momento tan especial. Tras unos instantes absortos en el beso, saboreando que estaban formando parte de un beso super romántico, la cabeza de la mujer decidió volverla a la realidad «¡Cuidado Amelia! El amor atonta los cerebros. ¡No caigas, no caigas!». Esa voz interior hizo que la mujer fuera la primer en romper el beso y la que los devolvió de nuevo a la realidad. 

    Amelia no pudo contenerse y miró a su amigo americano a los ojos. En ellos pudo ver un brillo especial, seguramente el mismo brillo que también ella tendría en aquellos momentos. 

—Creo que la fuente sí tiene poderes mágicos —añadió Jayden sonriendo pícaramente antes de volver a besar a Amelia. Tras separar sus labios Jayden apoyó su frente sobre la de ella y habló sobre su boca—. Llevaba días queriendo hacer esto. Miento, llevaba queriendo hacer esto desde que bajé del avión y te vi en el aeropuerto. Estuve pensando cual sería el mejor momento y finalmente hoy me decidí a dar el paso. No podía esperar más. 

—Jayden...

    Jayden la calló poniendo su dedo índice sobre la boca de ella. 

—Sé lo que vas a decir, que esto es una locura, que tú vives aquí y yo a miles de kilómetros de distancia, lo sé. Pero en ocasiones hay que dejarse llevar y vivir el aquí y ahora y dejar a un lado la cabeza, ¿no crees? 

—Nunca pensé que harías esto —respondió Amelia.

—Me gustas mucho, Amelia. Cuando me llegaban tus audios era un júbilo para mí. No veía el momento de poder escucharlos tranquilamente y después escuchar una y otra vez tu voz. He escuchado tus audios mil veces. Algunos hasta me los sé de memoria de tanto oírlos.

—No tenía ni idea.

    Jayden volvió a besarla intensamente bajo la bruma mística que formaba aquella cascada próxima del lugar en el que ellos se encontraban. Por fin los caños de aquella fuente había hecho su hechizo sobre Amelia. Ella que había dejado de soñar con su magia, que apunto estuvo de no beber nuevamente de sus caños, ahora se encontraba inmersa en un beso que ninguno de los dos quería terminar.


Capítulo 5 - Solo somos amigos

     La estancia de Jayden en Asturias iba avanzando. Tras visitar el casco antiguo de Oviedo y la iglesia de arte prerrománico de Santa Maria del Naranco, la pareja de amigos regresó a Gijón. 

    Había sido un día intenso. Amelia le había enseñado los rincones más turísticos de la capital de la región. Desde la Catedral y la cruz de los Angeles depositada en su Cámara santa, un emblema de la región así como la pieza de orfebrería más antigua que se conserva en Asturias, pasando por la bella plaza del Fontán. También hubo tiempo para degustar una de las especialidades gastronómicas dulces de la ciudad, las moscovitas, mientras callejeaban por las calles de la capital y veían algunas de las más icónicas esculturas que alberga la citada urbe. 

    Jayden estaba disfrutando de su viaje. Se encontraba relajado a nueve mil kilómetros de su hogar, al lado de su amiga española que le estaba enseñando su región de una forma más amena y cercana que si la hubiera visitado por su cuenta. A su lado estaba descubriendo, no solo un nuevo país para él, sino una forma diferente de vida tremendamente alejada a la vida americana que él conocía. Los paisajes, la gastronomía, la forma de vida de aquella región tan alejada de su ciudad natal... Todas y cada una de sus peculiaridades le fascinaba y sabía que nada más alejarse de aquel lugar, una tristeza se apoderaría de su corazón. Como bien le había dicho su amiga al inicio de su viaje, tal vez se enamorara de aquel lugar y nada más lejos de la realidad. Estaba seguro que una vez que regresara a su hogar echaría de menos aquellos verdes prados, aquella opípara gastronomía, aquel cercano trato de sus habitantes, sus fascinantes historias mitológicas... En definitiva, tendría nostalgia de esta bella región. 

    Tras llegar a Gijón, decidieron dar un tranquilo paseo por el puerto deportivo de dicha urbe. A pesar de que había gente paseando, ellos podían caminar relajadamente mientras conversaban animadamente. Ambos disfrutaban de la compañía del otro, era algo que saltaba a la vista nada más verlos. Los días estaban pasando más rápido de lo habitual, eso era señal de que ambos se encontraban a gusto al estar juntos. 

    Cuando llegaron a las inmediaciones de la cuesta del Cholo, uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad donde la gente se reúne con sus amigos para tomar unas sidras mientras aprovechan los últimos rayos de sol antes de que este desaparezca, una persona les hizo señas llamando su atención. Al principio Amelia no se percató, pero ante su insistencia, fue consciente de que era ella a la que se dirigían. Tras focalizar su visión en aquella persona, descubrió de quien se trataba. 

—¡Ay madre! ¿Te importa si nos acercamos a saludar? Es una de mis amigas, Rosana —dijo Amelia a su amigo. 

—Para nada, no es un inconveniente para mi —respondió Jayden sonriendo a su amiga.

    Amelia tras responder a su amiga con el brazo levantado agitando su mano, dirigió a Jayden en dirección a su amiga y un grupo de personas que le acompañaban. Parte del grupo se encontraba sentado sobre el murete de piedra y otros se encontraban de pie. Amelia saludó a su amiga y le presentó a su amigo americano, Jayden.

—Así que tú eres el famoso americano del que tanto nos habla Amy. —Rosana abrazó al americano efusivamente ante su estupefacción y le dio dos sonoros beso en la cara.

    La amiga de Amelia era muy extrovertida y esa actitud pilló desprevenido a Jayden que si le devolvió los dos besos a modo de saludo, pero no el abrazo. El americano no parecía sentirse demasiado cómodo con la espontaneidad que le demostraba aquella total desconocida para él. 

—Sí, eso parece —respondió el americano un tanto cohibido ante la postura cercana que le transmitía aquella mujer que no conocía de nada. 

—Estamos tomando unas sidras, ¿os animáis? —les preguntó Rosana.

    Amelia tras mirar a su amigo buscando su aprobación aceptó la invitación. Rosana hizo las presentaciones del resto del grupo a Jayden. Todos se saludaron con dos besos o un apretón de manos excepto Amelia y uno de los hombres que allí se reunía al que ella ni siquiera se acercó y mucho menos saludó. El hombre en cuestión se hacía llamar Lucas. Jayden tomó nota al respecto y también se percató de que su amiga se sentó en el murete lo más alejada posible de dicho hombre haciendo que ellos le siguieran. Rosana, Amelia y él se sentaron juntos y comenzaron a hablar relajadamente. Tras un rato de conversación, Lucas se acercó silencioso con un vaso de sidra recién escanciado y se lo ofreció a Amelia que lo aceptó sin siquiera mirarlo a los ojos. El hombre recuperó el vaso y procedió a rellenarlo. Jayden estaba maravillado con el espectáculo que estaba observando. Ver a una persona escanciar sidra desde cerca era una experiencia única y electrificante. El hombre posicionaba la botella justo por encima de su cabeza y hacía caer el liquido en dirección al vaso localizado justo debajo de su bajo vientre. El chorro caía en las inmediaciones del inicio del vaso haciendo cripetear el liquido. Viéndole escanciar parecía una tarea sencilla y mecánica, pero Jayden temía que la tarea no fuera tan simple como parecía. Tras ofrecer a Rosana, llegó su turno de beber.

—¿Te está gustando nuestra región, Jayden? —le preguntó Rosana.

—Sí, tengo una increíble anfitriona —respondió el hombre tras beber la sidra y tirar parte del liquido restante por la zona donde había bebido tal y como había visto hacer a Amelia y Rosana.

    En Asturias, lo común, era beber sidra compartiendo el vaso entre los integrantes del mismo grupo. Para higienizar el vaso entre las diferentes personas, era costumbre tirar parte del contenido del vaso por la zona donde se había bebido.

—Me alegro que te esté gustando Asturias. —Rosana posó su atención de nuevo sobre su amiga—. Sigue en pie vuestra asistencia a la espicha del sábado, ¿verdad?

—Sí, sí, por supuesto. Cuenta con Jayden y conmigo. 

—¿Estás de vacaciones o has venido a Asturias a vivir? —le preguntó Lucas a Jayden. 

    Amelia no se había percatado de que Lucas seguía enfrente de ellos tres hasta que le escuchó hablar. Se sentía incomoda por la presencia de aquel hombre allí y Jayden se percató de este hecho al instante.

—Solo he venido a pasar diez días de vacaciones —respondió Jayden mientas le entregaba el vaso.

    Lucas cambió su atención de Jayden a Amelia tras recibir la respuesta del americano. Ella, por su parte, lo miraba sin decirle una palabra, se palpaba la tensión que había entre los dos y se estaba generando una situación tensa. 

—Creo que Marta quiere sidra —intervino Rosana antes de que la situación se volviera más insostenible. 

    Lucas la miró y ella le señaló con la mirada el lugar donde se encontraba la mujer a la que se refería. Tras unos breves segundos en los que Lucas se debatía en la decisión que tomar, finalmente decidió dirigirse al lugar donde se encontraba Marta.

—Gracias, Rosana —dijo Amelia nada más que Lucas se encontraba lejos de la zona en la que se hallaban—. Se generó una situación tensa.

—Perdóname. No debería de haberos llamado, pero me hizo tanta ilusión veros que no pude controlarme. 

—No debes disculparte. Sé que llegó hace unas semanas y era inevitable que volviéramos a encontrarnos al compartir grupo de amigos. 

—Lo sé, sí, era cuestión de tiempo que os volvierais a ver. Por cierto, viene también a la espicha del sábado. Pero no te preocupes el salón es grande podéis poneros en extremos opuestos, si te hace sentir mejor.

    Jayden veía como su amiga se tensaba al hablar de aquel hombre que se hacía llamar Lucas. No sabía a ciencia cierta quien era, aunque podía imaginarse de quien podía tratarse. Él al ser un auténtico desconocido para el grupo podía observarlo sin que la gente se percatara demasiado en él. Solo le habían saludado pero enseguida habían vuelto a hablar entre ellos lo que a él le permitía observar sin ser siquiera visto. Una cosa si le había llamado excesivamente la atención y era la actitud de Lucas. El hombre no podía despegar sus ojos de Amelia, la cual no era consciente de este hecho por encontrarse inmersa en la conversación que estaba teniendo con su amiga Rosana. En un momento dado Lucas cambio la focalización de sus ojos de Amelia a él y al encontrarse con la mirada del americano, Lucas rápidamente posó su visión en un amigo que tenía a su lado y comenzó una conversación con él para quitar hierro al asunto.

—Voy a buscar algo para beber —dijo Jayden mientras se levantaba del murete en el que se encontraba sentado al lado de su amiga—. ¿Qué quieres?

—Sidra y trae también unos cacahuetes —le respondió ella centrando su atención en él antes de que este se dirigiera al bar para buscar la comanda. 

—Vosotros dos tenéis algo —Rosana era directa, no se andaba con rodeo.

—No digas tonterías —contestó rápidamente ella intentando de este modo que su amiga dejara de elucubrar.

—¿No has visto como te mira? 

—Me mira normal, igual que me miras tú o cualquiera de nuestros amigos. No saques las cosas de quicio.

—Nadie recorre medio mundo sin una motivación.

—Viene a conocer nuestra región. ¿Es qué no crees que sea suficientemente interesante para que un americano venga a visitarla?

—Amy, despierta. A ese hombre le gustas. No habría recorrido medio mundo si no fuera así. Tiempo al tiempo, amiga, tiempo al tiempo. 

—Jayden y yo solo somos amigos, nada más. Además, ya sabes lo que opino yo del amor. 

—¿Y qué opina él?

    Amelia no respondió al ver aproximarse a su amigo con su bebida y un paquete de cacahuetes que le entregó a ella nada más encontrarse a su vera. Ella dejó los cacahuetes sobre el murete y se levantó para proceder a escanciar la sidra. Cuando iba a coger la botella y el vaso de las manos de su amigo este se lo impidió.

—Quiero intentarlo —dijo él a su amiga.

    Ella decidió sentarse de nuevo al lado de su amiga y vio como Jayden se colocaba imitando la pose asturiana de escanciado. Al ver que había varios detalles en los que no se había fijado, como coger bien el vaso o la botella, se levanto y le guió como debía de hacerlo para ser un autentico escanciador asturiano. Una vez que Amelia le colocó bien el agarre de la botella y del vaso, se alejó un poco de él para darle espacio para ejecutar la acción. La sidra comenzó a caer de la botella y al no caer convenientemente en el vaso, Jayden lo redirigió correctamente para que el chorro del líquido impactar en el borde del vaso. El vaso comenzó a llenarse y cuando consideró que era suficiente, cortó el caño de líquido. Jayden estaba muy contento con el más que aceptable resultado. Había hecho un más que correcto primer escanciado sin poner demasiado perdidas las deportivas que calzaba. 

—Me has dejado impresionada. En lugar de parecer tu primer escanciado, parece que lo llevas haciendo toda la vida. 

    Jayden le ofreció el vaso sonriendo y ella no dudó un instante en aceptarlo.

—Tu colaboración ha sido de gran ayuda, sino me hubiera puesto perdido los pies. 

—Lo que está claro es que si decides quedarte a vivir aquí —intervino Rosana—, puedes dedicarte a escanciar sidra. No se te da nada mal.