lunes, 14 de marzo de 2022

Capítulo 4 - Rafting

     Amelia conocía el gusto de Jayden por los deportes de aventura y no quería que se fuera de su región sin antes no haber practicado uno en el cual ella se sintiera cómoda para acompañarle. Por eso, para el día de hoy, ella había elegido llevar a su amigo americano a hacer rafting. 

    Jayden es muy aficionado al mountain bike. Parte de sus vacaciones las dedica a practicar este deporte recorriendo diversos estados de su país a lomos de su bicicleta. Su estado favorito para practicar este deporte es Utah, concretamente la zona de Moab, donde según él, además de los increíbles paisajes con los que cuenta la zona, el agarre de la bicicleta al terreno es especial y único. Cuando practica este deporte lleva siempre consigo una cámara go pro fijada a su pecho con un arnés. Después del trail y una vez en su casa, relajadamente, le gusta visionar algunas partes de esos videos para rememorar la experiencia vivida en esos instantes. Cuando llega estresado a su hogar después de un día complicado en el trabajo, le relaja llevar su mente a ese momento y revivir esa vivencia que tanta paz y liberación de endorfinas le había provocado. Era su manera personal de controlar el estrés, teletransportarse a una situación que tanta felicidad le había proporcionado. Subido a esa bicicleta, solo era él frente a la adrenalina. En alguna ocasión le gusta llevarse al límite para conseguir un chute extra de endorfinas. Una cosa era cierta, siempre que rememoraba esas aventuras, una sonrisa asomaba en su rostro al recordar todos esos momentos increíbles que había sentido. Para él su vicio es su bicicleta y esas sensaciones que se generan en su cuerpo cuando se mimetizaba con ella.

    En más de una ocasión, Jayden, había compartido ese material audiovisual con ella. Ver esas imágenes era como sumergirse en la misma experiencia que él había vivido pero en diferido. Podía imaginarse las sensaciones que él mismo había sentido pero relajada en el salón de su casa, al abrigo de los riesgos. Amelia sabía lo gratificante y adictiva que era la sensación que se siente al enfrentarte a una situación de riesgo controlado. A ella también le encanta enfrentarse a esas situaciones y sentir la liberación y los efectos de la adrenalina en su cuerpo. Cuando va a un parque de atracciones le gusta subirse a las atracciones más fuertes para vivir y sentir esa emoción. Le encanta sentir esa sensación de encogimiento de estómago en su cuerpo y esa liberación posterior de emociones que viene a continuación.     

    Amelia cuando confeccionó el planning de viaje para su amigo, creyó conveniente que un día lo dedicarían a una actividad deportiva. Le pareció que la mejor opción, que combinaba deporte y liberación de endorfinas en esta época del año, era hacer una jornada de rafting en el río Sella. La actividad más socorrida en el Principado era bajar el río Sella en piragüa, pero la liberación de emociones y sensaciones no era la misma. Ella creía que a Jayden le gustaría más conocer y vivir la parte salvaje y brava que ofrecía este río asturiano en esta época del año. Estaba segura que sería una experiencia que ninguno de los dos olvidaría. 

    Tras casi una hora de trayecto en coche, Amelia y Jayden llegaron a las instalaciones del centro de actividades donde habían contratado la actividad. Una vez aparcaron el vehículo en el parking de las instalaciones, se dirigieron a buscar su equipo y cambiarse para realizar la actividad. El equipo era sencillo, les proporcionaron un traje de neopreno ligero, unos escarpines y un chaleco salvavidas. Tras cambiarse, se dirigieron a una pequeña zona donde los monitores de la actividad les darían unas pequeñas clases. Las nociones que les iban a instruir consistían en enseñarles como remar según las diferentes parte del río a las que se enfrentarían en cada momento y darles unos conocimientos básicos de salvamento por si alguno de ellos salía despedido de la balsa. Esta última parte era muy importante por si alguno tuviera que salir airoso de esa situación. 

    Jayden estaba radiante y emocionado por realizar aquella actividad. Escuchaba muy atento y sonriente al instructor. Se le veía impaciente por vivir la experiencia y enfrentarse a la zona salvaje del río Sella. 

—¿Ilusionada? —le preguntó Jayden a Amelia a la vez que la atraía hacía su cuerpo con su brazo derecho.

    Amelia miró hacía arriba para poder contestarle ya que Jayden era bastante más alto que ella, le sacaba una cabeza de altura. A ella parecía reconfortarle sentir su cercanía. 

—Sí, tengo muchas ganas de volver a hacer raffting. —Amelia le devolvió el gesto cogiéndolo de la cintura con su mano izquierda mientras le sonreía.

    Tras unos minutos en esa posición y escuchar atentamente todas las indicaciones del instructor, se encaminaron a recoger el remo y el casco que necesitaban para realizar la actividad.

—No te preocupes, Amelia. Voy yo a buscar el material —dijo Jayden antes de alejarse de ella y dirigirse a la zona donde debían recoger el resto de equipo que les faltaba.

    Amelia se sentía muy cómoda a su vera. Solo habían pasado dos días pero sabía que la despedida se conjeturaría dura ya que estar con él le hacía tremendamente feliz. Era muy sencillo hablar con él, se sentía muy cómoda con Jayden y parecía que eran amigos de toda la vida por la complicidad que había entre ellos. A Jayden también se le veía feliz y parecía que estaba disfrutando de cada actividad y lugar que visitaban juntos. Amelia se quedó mirando como Jayden iba en busca de los remos y le sonrió una vez que él se dio la vuelta y caminó, de nuevo, en su dirección. 

    Jayden llevaba los dos remos en su mano izquierda, su casco colgado de este mismo brazo y en la mano derecha llevaba el casco de Amelia. Cuando se encontró a escasos centímetros de ella le puso el casco sin fijarle el barboquejo. 

—Hasta este horrible casco te queda genial —le dijo Jayden mientras la miraba fijamente a los ojos y le sonreía.  

—Es que tú siempre me ves con buenos ojos —respondió Amelia sonrojándose ante las hermosas palabras que le había dedicado su amigo. 








    Tras un trayecto de cuarenta minutos en una furgoneta, con otros participantes de la actividad, llegaron al lugar donde comenzaría la actividad. Jayden miraba absorto el frondoso y verde paisaje de Asturias como si quisiera embeberse de todo lo que estaba observando. La primavera había comenzado hacía algunas semanas en la región y eso hacía que la vegetación estuviera desatada. Había sido un invierno duro, en el cual había nevado y llovido bastante. Pero en las últimas semanas, el tiempo había mejorado y esos días disfrutaban de unos agradables y calurosos días de primavera que en pocas ocasiones podían disfrutarse en Asturias por su alto indice de días malos. 

—El calor que estamos sufriendo estos días está haciendo que se deshiele bastante nieve. —Uno de los instructores comenzó a hablar—. El río baja bastante salvaje. Hoy vais a disfrutar de una experiencia intensa bajando este río. Baja mucha cantidad de agua y con fuerza. Hoy viviréis una experiencia interesante, eso os lo aseguro. Coged todos vuestro remo y seguidme. Hay que bajar por este empinado camino. Cuidado de no resbalar, que sino caemos todos como piezas de domino y creedme esa no es una experiencia divertida.

    El monitor sonrió a los asistentes y algunos rieron por el comentario de este antes de comenzar a descender por el camino.

    Jayden aprovechó ese momento para coger la mano a Amelia y voltearla hasta tenerla mirándole a la cara. Se encontraban muy próximos el uno del otro, escasos centímetros separaban sus rostros.

—Espera —le dijo él acercándose aún más a ella sin soltarla la mano—. Es mejor que te ajustes aquí tranquilamente el barboquejo.

    Jayden soltó, en ese momento, la mano de su amiga. Con esa misma mano acarició ligeramente la cara de Amelia mientas cerraba y ajustaba el barboquejo del casco de ella sin dejar de mirarla directamente a los ojos con su penetrante mirada. Amelia se ruborizó, un enrojecimiento comenzó a surgir en sus mejillas. Parecía que el norteamericano disfrutaba con la reacción que había percibido en su amiga, pero era realmente bueno ocultando sus sentimientos. La mujer comenzaba a notar un nerviosismo causado por el tacto y la cercanía de su amigo, incluso parecía que tenía que esforzarse para continuar respirando. Tras unos segundos, Amelia se recompuso y se alejó un poco de su amigo. Necesitaba respirar y aunque estaban al aire libre, parecía que necesitaba alejarse de él para respirar convenientemente.

—¡Vamos! Sino se irán sin nosotros. 

    Amelia giró sobre sus talones antes de darle tiempo a Jayden a contestar y comenzó a descender por el empinado camino que les llevaría a la orilla del rio.

    Jayden sonrió por la situación y siguió muy de cerca a su amiga. Cuando Amelia llegó a la orilla del río, a la proximidad de la balsa que les había sido asignada, se dio la vuelta muy rápido al percatarse que no había cogido su remo. En esa acción se chocó con Jayden que no esperaba esa acción por parte de su amiga. 

—¿Qué te ocurre Amelia? ¿Te has olvidado de algo? —le preguntó con una sonrisa impresa en su cara.

—Sí, se me olvidó el remo arriba.

—Estabas tan nerviosa —le respondió Jayden mientras le tendía su remo.

—¿Nerviosa, yo? ¡Anda ya! —contestó Amelia sin atreverse a mirarlo, en esta ocasión, a los ojos por lo avergonzaba que se sentía en aquellos momentos.

—No tienes que ponerte así de nerviosa por el rafting —Jayden intentó quitar hierro al asunto desviando la conversación para no hacerla sentir más incomoda—. Lo pasaremos genial, ya verás.

    Amelia cogió el remo y finalmente se atrevió a encarar la mirada de su amigo. 

—Es la tercera vez que hago rafting. Tienes razón, estoy un poco nerviosa, es la primera vez que lo hago en un río salvaje. Mis dos veces anteriores fueron en ríos embalsados y según tengo entendido, la experiencia en ríos como este, es más intensa. 

    Jayden la tocó el hombro de forma reconfortante intentando transmitirle     tranquilidad. 

—Tú disfruta de la experiencia. No te estreses porque sea o no un río salvaje. 

    Gracias a las alentadoras palabras que le había acabado de dedicar Jayden, Amelia consiguió relajarse y fue capaz de mirarle detenidamente a los ojos y sonreírle. 








    Tras acomodarse todos los integrantes de la balsa, se internaron en el río y comenzaron a remar tranquilamente familiarizándoselas con el remo y con la acción de remar. El río bajaba muy caudaloso. 

—¡Vale, chicos! Dejen de remar por el momento. Tenemos que esperar a que las demás barcas entren en el río —informó el instructor que se encontraba en la parte trasera de la balsa. 

    En esos momentos Amelia se percató de que la barca no contaba con las sujeciones para los pies con las que había contado en sus descensos anteriores. Esas sujeciones eran tremendamente útiles para no salir despedido en caso de que la balsa pasara por una zona de rápidos y un giró o un bote de imprevisto te expulsara de la embarcación. Introducías uno de tus pies en esa cincha y el otro lo posicionabas por la parte trasera de este entrelazando tus pies, de tal manera que pudieras hacer fuerza con tus piernas en caso de sentir sobre tu cuerpo la fuerza de expulsión de la balsa. Al no ver las sujeciones, Amelia comenzó a ponerse nerviosa porque no sabía como podría sujetarse a la balsa en caso de sentir en su cuerpo la fuerza de expulsión. 

—¿Cómo nos sujetamos a esta balsa para no salir despedidos? ¿Dónde ponemos nuestros pies? —Amelia se giró para ver responder al monitor.

—Tenéis que colocar vuestros pies por la parte inferior del churro en el que se sienta vuestro compañero de delante —le respondió él enfatizando sus palabras señalando con su mirada la zona a la que se refería.

—Yo no lo veo claro —intervino de nuevo Amelia al comprobar visualmente la opción que le había proporcionado aquel hombre. 

—En este modelo de balsa es como tenéis que hacerlo.

    Amelia miró a Jayden y este le indicó como debía de colocar sus pies para conseguir esa fijación a la embarcación. Ella procedió a hacer lo que le decía su amigo sin estar muy convencida de que aquello fuera suficiente para sujetar su cuerpo a la barca en caso de necesidad.

    Todas las barcas comenzaron a surcar el río y el grupo de Amelia y Jayden vieron como una a una les pasaban y la suya se posicionaban en la parte trasera del grupo. Tras unos minutos remando, oyeron los gritos de júbilo de los participantes que iban más adelantados y eso les hizo levantar la vista del río para ver el primer rápido de la mañana al que iban a enfrentarse. 

—Chicos, ahí llega el primer rápido al que nos vamos a enfrenar hoy —les animó el instructor—. Nos servirá para entrenar la estrategia que más adelante necesitaremos tener pulida. En cuando os indique, comenzar a remar lo más rápido y profundo posible. Siempre siguiendo el ritmo de vuestro compañero de delante. Recordad, remadas profundas y rápidas. 

    Cada vez iban a aproximándose más a la zona del rápido. El equipo remaba de forma compenetrada y cuando el instructor se lo ordenó, comenzaron a remar más rápido y profundo, tal y como les había indicado hacía unos instantes. 

    La adrenalina comenzaba a secretarse en sus cuerpos al notar la furia del río bajo sus pies. Una mezcla de concentración y júbilo se mezclaba en el rostro de todos los que ocupaban, en esos momentos, la balsa.

—Venga, venga, no decaigáis. Lo estáis haciendo muy bien —les animó el instructor.

    En ese momento sus cabezas estaban, única y exclusivamente, concentradas en remar, en no perder la concentración y en sentir el efecto que comenzaba a hacer en sus cuerpos la adrenalina que comenzaba a secretarse. Una oleada de felicidad comenzaba a apoderarse de sus cuerpos. Cuando terminaron de pasar ese primer rápido las rostros de todos comenzaron a estar menos tensos y las sonrisas asomaron en todos. 

—¿Qué tal? —le preguntó Jayden a Amelia.

—Increíble —le respondió ella mirándole y sonriéndole de forma relajada—. Simplemente puedo decir que ha sido una autentica pasada. 








    La actividad estaba siendo muy rápida y divertida. El río bajada tremendamente salvaje y todos notaban la furia con la que el agua descendía. Aún así, aunque ya se habían enfrentado a una serie de zonas rápidas y algún que otro descenso de desnivel de esos que dejan la barca completamente en vertical, todavía no se habían enfrentado a ninguna situación que les hubiera hecho sentir riesgo auténtico. 

—Bueno chicos, justó ahí adelante, llegamos a una zona donde el cauce del río se estrecha. Notaremos alguna turbulencia más potente, así que agarraros bien a la balsa para no salir despedidos. ¿Vale?

    Todos los integrantes de la barca asintieron en voz alta respondiendo al monitor. Los presentes estaban deseosos de enfrentar a esa experiencia que les esperaba a escasos decenas de metros de su posición. Oían los gritos de júbilo de los participantes que iban navegando delante de ellos y poco a poco ellos mismos vivirían en sus propias carne la furia del río. 

    Comenzaron a remar de forma profunda y rápida para pasar lo más rápido posible la zona donde el río se estrechaba. Todos notaban como internar el remo en el agua era una tarea que se complicaba por la fuerza cada vez más intensa del agua. Aún así, todos se esforzaban por no perder el ritmo del equipo. Pero en un giro inesperado de los acontecimientos la lancha dio una fuerte sacudida y Amelia salió disparada de la balsa junto a otra chica del lado opuesto del que ella se encontraba. La otra mujer había tenido más suerte, había caído cerca de la embarcación pero Amelia había sido lanzada a unos tres o cuatro metros de distancia de la lancha. 

    El agua del río estaba congelada. A pesar de ser un día soleado, no podíamos olvidar que la mayor parte de aquel caudal procedía del deshielo de nieve, por lo que la temperatura del río era bastante baja. Tras unos segundos sumergida en las gélidas aguas a causa de la caída, Amelia salió a la superficie e intentó poner en práctica esas vagas nociones teóricas de salvamento que les habían dado los instructores en las instalaciones. En ese preciso instante, era consciente de que apenas había prestado atención a las misma porque nunca había imaginado encontrarse en semejante situación. Tras discernir hacía donde iba la dirección del agua, se posicionó de tal forma que sus pies iban abriéndole paso. Cruzó sus manos sobre su pecho por encima del chaleco salvavidas sin soltar el remo que en ningún momento había soltado. 

    En ese momento Amelia miró a la embarcación y vio como el instructor le tiraba una cuerda en su dirección para acercarla a la balsa. Pero el cabo de la misma cayó demasiado lejos de su posición y Amelia no pudo cogerlo. La cara del instructor comenzó a descomponerse. A doscientos metros se encontraba otra zona de rápidos y si no conseguía subirla a la barca antes de llegar allí, el rescate se complicaría mucho. Por el nerviosismo del instructor, todo parecía indicar que era la primera vez que se enfrentaba a un rescate. Se percibía que la situación estaba superándole. 

    Sin pensárselo dos veces, Jayden se quitó el chaleco salvavidas y le cogió la cuerda al instructor que acaba de recuperar del agua. Se ató el cabo alrededor de su cuerpo y se tiró de cabeza al río en dirección a Amelia. Amelia, por su parte, miraba la escena desde el agua y comenzaba a ponerse nerviosa al no ver emerger a su amigo de las profundidades del río. Al cabo de unos segundos Jayden asomó del agua a escasos centímetros de la posición de ella. 

—¿Estás bien? —le preguntó estando sus caras separadas únicamente por unos centímetros. 

    Amelia estaba, en esos momentos, aterrorizada y solo pudo responderse afirmando con su cabeza, no era capaz de articular palabra. Tras recibir esa respuesta, Jayden la abrazó por la cintura elevando un poco su chaleco y pidió al instructor que tirara de la cuerda para aproximarlos a la embarcación. Cuando ya se encontraban en las inmediaciones de la balsa, el instructor tiró de ella por el chaleco aupándola a la embarcación. Jayden, por su parte, subió a la lancha sin necesidad de ayuda.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó el instructor a Amelia que se encontraba echada boca arriba en el suelo de la embarcación recuperándose de la tensa situación vivida.

—Sí, sí —finalmente respondió ella una vez que consiguió recuperar el habla. 







    Una vez que terminaron la actividad y se encontraban fuera del agua, el instructor se acercó a la zona donde se encontraban conversado animadamente Amelia y Jayden.

—¡Hola de nuevo chicos! —inició el hombre la conversación—. ¿Qué les pareció la actividad?

—Ha sido un boomerang de emociones. Ha sido una experiencia muy intensa —respondió Amelia sonriente.

    Apesar de ser primavera el sol había conseguido tostar el rostro de la mujer.

—Quiero darte las gracias, tío —prosiguió el instructor al ver que Jayden no respondía y simplemente le miraba directamente a los ojos con la cara muy seria—. Has estado increíble ahí en el río. 

—He hecho simplemente el trabajo que deberías haber hecho tú —le respondió Jayden de forma muy seria. 

—Tienes razón —sentenció el hombre—. No quiero asustarte —centró su atención en Amelia—, pero si no llegamos a subirte a la embarcación en ese momento, el rescate se hubiera complicado muchísimo. —El hombre se giró de nuevo para mirar a Jayden a la cara—. Solo puedo darte las gracias, me has salvado el culo. —El hombre le tendió la mano.

    Jayden miró impasible como aquel hombre le tendía la mano y a continuación, antes de hacer ningún movimiento, miró a Amelia que le sonrió y le asintió. Tras ver esa acción, volvió a centrar la atención en el instructor y tras unos segundos de tensión, le estrechó la mano con fuerza. 

—No hay de qué. Todos podemos tener un momento de pánico, no te preocupes.


miércoles, 9 de marzo de 2022

Capítulo 3 - ¡Allá vamos, Gijón!

    Salimos de la terminal del aeropuerto sonriendo mientras Jayden me relataba su viaje de llegada a Asturias. Al parecer le había tocado viajar en el avión sentado al lado de una señora mayor que no había parado de hablar en todo el trayecto. Jayden no había entendido toda la historia que le había relatado la mujer porque según él tenía un acento muy marcado y hablaba muy rápido. Para salir airoso de la situación, había interpretado su mejor papel como oyente de escucha activa. Eso consistía en mirar a su interlocutor, sonreír de vez en cuando dando a entender que empatizaba con él y, de vez en cuando, hacer alguna que otra pregunta estratégica para dar a entender que estaba escuchando atentamente la conversación y que era tremendamente interesante para él.

—¡Oye! No harás eso a menudo conmigo, ¿no? —le dije nada más pensar que podía haber utilizado esa misma táctica conmigo en más una ocasión. 

La verdad es que no sería raro que en alguna ocasión la hubiera utilizado conmigo. Soy una persona tremendamente habladora, cuando alguien me deja, hablo y hablo sin parar. Llego a tal nivel, que durante el transcurso de una comida, todo el mundo ha terminado su plato mientras yo hablo y el mío apenas ha sido tocado.

—No, darling. Nunca haría eso contigo, yo a ti siempre te escucho con atención. Es que esa señora comenzó a hablarme como si me conociera de toda la vida y no me interesaba su historia pero tampoco me salía ser descortés con ella y más cuando tenía que ir sentado a su lado durante toda una hora. 

En ese momento le miré a la cara y me fijé que se le veía algo cansado, tal vez hubiera sido por la agotadora conversación de esa mujer o porque apenas había descansado los dos días que había pasado en Madrid antes de proseguir su viaje hasta Asturias.

—Se te ve cansado —le toqué ligeramente su brazo—. Si quieres cuando lleguemos a Gijón, te dejo en tu hotel y puedes descansar un poco antes de enseñarte la ciudad. —En ese momento llegamos a mi coche y abrí el maletero—. Yo puedo aprovechar para ir a casa de mis padres y dejar mi maleta allí.

Jayden acomodó su maleta al lado de la mía y cerró el maletero.

—Estoy bien, Amelia. Estoy un poco saturado por la palabrería de esa mujer, pero eso no va a empañarme el día. He venido a conocer Asturias y a disfrutar de tu compañía. No he recorrido medio mundo para descansar en la habitación de un hotel.

Tras acomodar la maleta de Jayden en el maletero de mi coche, los dos nos introdujimos en el vehículo. Era la primera vez que íbamos a compartir el mismo habitáculo y solo esperaba que la situación no fuera tensa. Era verdad que habíamos hablado durante horas a través de una webcam, pero la prueba de fuego era esta. Sobrevivir al trayecto de media hora en coche desde el aeropuerto hasta Gijón. Los dos nos acomodamos en nuestros respectivos asientos en silencio. Tras ponerme el cinturón, me giré para mirarlo a la cara antes de hablarle.

—¿Preparado para iniciar tu aventura? 

—Por supuesto —me respondió él sonriéndome a la vez que me miraba a los ojos.

—¡Allá vamos, Gijón!

Era una situación rara conducir con un pseudo desconocido a mi lado. Pseudo desconocido, porque aunque era cierto que habíamos hablado durante mucho tiempo, nunca lo habíamos hecho cara a cara.

—¿Qué tal por Madrid? Estos dos últimos días no hemos hablado mucho. ¿Has aprovechado para descansar?

—Pues ciertamente, no. Aproveché la estancia en Madrid para tener un par de reuniones de negocios. 

—Come on, Jay —respondí mirándole escasamente unos segundos para a continuación centrar de nuevo mi mirada en la carretera—. ¿En serio? ¿Tienes que utilizar tus vacaciones para trabajar? ¿No habrás venido a Asturias con el mismo fin? —le vuelvo a mirar durante unos breves instantes para evaluar su reacción pero por su semblante no puedo descifrar su respuesta.

Jayden trabaja como director general del gran conglomerado vinícola de su familia. El padre de Jayden tiene una serie de viñedos en Napa y Jayden junto a sus hermanos se encargan de la parte más comercial del negocio. Tanto él como su hermana mayor, Caroline, querían expandir su cartera de clientes y ambos estaban haciendo grandes avances en su misión. Mathew, el hermano pequeño, se encargaba de gestionar la marca desde el punto de vista artístico. Los tres juntos hacían un gran trabajo, Jayden se encargaba de controlar la parte económica de la empresa, Caroline, por su parte, era la encargada del marketing relacional del conglomerado y Mat, estaba reorientando la estética de la marca haciéndola más apetecible a los mercados emergentes. 

—Necesitaba entrevistarme con unas personas en Madrid, era de vital importancia. Estamos barajando iniciar relaciones comerciales con unos nuevos clientes de aquí de España y también de otros lugares de Europa. Aproveché esos días para hacer estas gestiones. Las reuniones por Zoom pueden ser interesantes, pero nunca conseguirán sustituirán a las que tienen lugar en la misma sala. 

—¿Tienes programada alguna entrevistas de esas por estas latitudes? 

No pude contenerme y le sonreí. Me parecía raro que una persona de vacaciones quisiera invertir parte de su tiempo en trabajar y no en descubrir rincones nuevos de la ciudad que visitaba. Y más si una persona visita Madrid, con la gran oferta turística y cultural que ofrece la capital. Desde ver un musical, contemplar una increíble puesta de sol en el templo de Debod, degustar la diferente gastronomía que te ofrece el mercado de San Miguel, hasta perderse por el parque del Retiro. Madrid ofrece multitud de planes apetecibles que hacen que rápidamente te olvides de tu trabajo.

Los viñedos de la familia de Jayden son unos de los más prestigiosos de Napa, por lo que sabía de antemano que en Asturias no tendría un nicho de negocio muy importante. Esta región valora el vino, por supuesto, pero su bebida fetiche es la sidra. Así que dudaba que su increíble viñedo consiguiera en esta región un nicho suficiente de mercado como para exportar aquí sus caldos.

—No, he venido a conocer Asturias. 

—Si quieres impresionar a algún posible cliente, no te cortes. —Le di un pequeño codazo complice para que se diera cuenta de que estaba de broma.

—En estas vacaciones, solamente dedicaré esos días para los negocios. Mis próximos diez días son para descansar. 

—¿Quieres ir preparándote mentalmente para el planning que he preparado? 

—Claro.

—Vale, abre la guantera —le señale el receptáculo con la mano y la mirada por si no conocía el termino en español—. ¿Ves un tríptico? Cógelo.

Escuché como abría la guantera y vi por el rabillo del ojo como cogía el papel que le había indicado. Lo giró entre sus manos y comenzó a leer la primera hoja.

—¿Cuánto tiempo te ha llevado hacer esto? —me preguntó Jayden al admirar el trabajo que tenía entre sus manos.

—Eso no es importante. Abre el tríptico. En el interior verás un mapa de toda la comunidad autónoma y en él una serie de números. Por la parte de atrás verás a qué equivale cada número. 

—Pero esto es un trabajo de campo increíble —dijo Jayden al ver la presentación y mirar por alto el contenido de tríptico.

—He intentado que las actividades sean lo más amenas posibles para ti a la par que conozcas las cosas más emblemáticas de nuestra región. Hay un mezcla de actividades que espero que sean de tu agrado.

Percibía que Jayden se encontraba en esos momentos analizando toda la información que se encontraba plasmada en el papel. Le di unos minutos de silencio para que terminara de analizarlo. 

—¿Crees que será factible hacer todo este recorrido en diez días?

Miré a Jayden y le sonreí antes de responderle.

—Por supuesto. Pero no te estreses. Es un planning de máximos. Dependiendo de como vayamos de tiempo, tendremos que suprimir o no algunas cosas. No sé si te has fijado que algunas de las cosas vienen escritas en negrita. Esas cosas son las imprescindibles, el resto son extras que veremos o no dependiendo del tiempo que dispongamos. Tampoco te quiero estresar, no te preocupes. Parecen muchas cosas, tal vez te abrumes, pero ya veras como no es tanto como parece.

—Estoy realmente impresionado con este trabajo. Mi hermana si lo viera alucinaría. Parece un trabajo hecho por un profesional.

—Oye, ¿quieres herir mis sentimientos? —sonreí para que viera que le respondía con guasa.

—Un trabajo así —dijo levantando el tríptico para enfatizar sus palabras—, ni siquiera consiguen hacerlo muchos profesionales del marketing. Créeme, Amelia, sé de lo que hablo.

Le mire a los ojos y vi que decía aquellas palabras con sentimiento y totalmente convencido de lo que decía. La verdad es que ese tipo de cosas se me daban realmente bien hacerlas. Siempre que viajaba a visitar algún país, hacía un trabajo de campo previo para discernir que cosas quería o no ver. Una vez que decidía mis lugares a visitar, los plasmaba en un plano para poder pensar cual sería la mejor ruta a realizar para cumplir mis objetivos fijados. Reconozco que soy muy metódica y esta característica mía puede abrumar a más de uno.

—¿Quieres que te explique un poco el planning?

—Por supuesto, me encantaría.

Vi como Jayden volvía a abrir el tríptico para atender a mis explicaciones mientras miraba el mapa.

—Hoy dedicaremos el día a conocer un poco Gijón, relajadamente, sin prisas. Hoy es un día de transición.

—No sé porque me da a mi que un día relajado para ti no significa lo mismo que para mi. 

—Oye, yo no soy la que hace reuniones laborales en sus días de vacaciones, no como otros —conseguí que Jayden riera con mis palabras—. El segundo día lo dedicaremos a los pueblos costeros de Luarca, Cudillero y si tenemos tiempo terminaremos en un pueblo que te va a encantar, Taramundi.

—El día de mañana parece interesante.

—El tercer día haremos un día deportivo, rafting en el río Sella. El cuarto, lo dedicaremos a visitar Oviedo y terminaremos en Gijón. El quinto, aprovecharemos para visitar la costa Oriente de Asturias. El sexto, iremos a Covadonga y los Lagos, te va a encantar. El séptimo, iremos al museo de la minería. El Octavo, Ribadesella y las cuevas de Tito Bustillo. El noveno, Gijón y espicha. Y el décimo, tiempo libre. 

El silencio se instauró entre los dos al terminar de relatar el plan de viaje que había ideado para sus vacaciones en mi región. Supuse que Jayden estaba procesando toda la información que acababa de transmitirle. En ocasiones, cuando hablo, me emociono de tal manera que comienzo a decir palabras por minuto sin darme cuenta. En este caso, no había tenido en cuenta de que la lengua materna de mi interlocutor no era el castellano, sino el inglés, así que podía que su tiempo de procesamiento fuera algo más largo que el de un hispanohablante.

En ese momento comenzó a sonar una canción que Jayden había compartido conmigo hacía un tiempo. A Jay le complacía enviarme canciones en inglés subtituladas. Le gustaba mucho la música y disfrutaba compartiendo conmigo alguna de las canciones que más le gustaban. Aquellas que más me gustaban a mi, las iba añadiendo en una playlist que había titulado "A 9000 kilómetros de ti". De vez en cuando las escuchaba para educar mi oído en la lengua de Shakespeare y para recordar a mi buen amigo americano. En realidad, ponía la playlist siempre que podía y este era uno de esos momentos. Comenzó a sonar la canción "Something I need" de One Republic y él comenzó a cantar bajito la canción a la vez que miraba a través de la ventanilla del coche el verde paisaje de mi región. Era agradable escucharle cantar, era la primera vez que lo hacía y me contagié por el momento, yo también comencé, en mi caso, a tararear en mi cabeza la canción. Cuando llegó el estribillo, ambos nos desinhibimos y comenzamos a cantar alto la canción a la vez, como si de un duo de cotorras se tratara, porque lo que estaba claro es que ninguno de los dos cantábamos bien, todo lo contrario. Nos miramos por un momento y sonreímos. En ese momento nos daba igual cantar mal y que se pusiera a llover por nuestra culpa, estábamos disfrutando al máximo ese instante. Daba igual que los dos cantáramos fatal, existía tal complicidad entre ambos, que lo importante en ese momento no era cantar bien, sino disfrutar. Nunca me había sentido de aquel modo con nadie. No tenía miedo de que me juzgara por ponerme a cantar como una loca mientras conducía. Se había creado un clima de complicidad tan íntimo entre los dos, que daba la sensación de que llevábamos siendo los mejores amigos el uno del otro durante muchos años. El miedo inicial a que pudiera producirse una situación tensa durante el trayecto en coche se evaporó en ese momento mientras los dos nos desgañitábamos cantando a través de la autopista dirección Gijón.

En ese momento supe que esos diez días serían mágicos e inolvidables para los dos. Cada uno sería un tesoro que guardar en nuestros corazones. El tiempo me daría la razón y me demostraría que no andaba desencaminada.