9000 kilómetros es la distancia en línea recta que separa San Francisco, la ciudad de la que es originario mi amigo americano, de Gijón, mi ciudad natal. Pero en la vida real, la distancia entre ambas ciudades es mucho más larga, ya que es imposible ir de una a otra en línea recta. Si tienes suerte, puedes encontrar un vuelo directo Madrid-San Francisco y una vez en Madrid o bien coger otro vuelo que te lleve a Asturias, añadiendo, eso sí, los respectivos kilómetros que separan el aeropuerto de Asturias de Gijón; o bien, en lugar del avión, decantarte por coger un tren con destino mi ciudad natal. En ambas opciones hablaríamos de unas cifras de distancias similares. El primer vuelo serían 9344 kilómetros, añádele unos cuatrocientos kilómetros del segundo vuelo o del tren y otros cuarenta kilómetros, desde el aeropuerto hasta mi amada ciudad o desde el aeropuerto de Madrid hasta la estación de tren de Chamartín en caso de decidir llegar por este medio de transporte. En ambos casos, hacen una friolera aproximadamente de 9784 kilómetros, redondeando, 10.000 kilómetros. Y no hablemos del tiempo que nos llevaría hacer este peregrinaje cruzando medio mundo.
Muchas veces pienso en lo lejos que estamos y lo sencillo que fue encontrarnos, un click y ya comenzamos a hablar. Es increíble la cercanía que nos proporciona la tecnología con personas que se encuentran al otro lado, literalmente, del planeta. Pero cuando volvemos a la realidad, nos damos cuenta de que esa cercanía solo es virtual, nada tangible, solo una ilusión. En nuestro caso, no solo la distancia es un handicap, también lo es la diferencia horaria. Cuando yo me levanto, él se acuesta; cuando yo almuerzo, él se encuentra en el primer sueño... Se puede decir que vivimos en mundos contrapuestos, pero aún así, siempre encontramos algún momento para hacer una videollamada a través de Skype o FaceTime.
Hace dos meses, Jayden, así es como se llama mi amigo californiano, me dijo que iba a venir a Asturias durante diez días. Cuando leí su mensaje el corazón casi se me paró. Sentí como si una brecha inmensa se hubiera formado bajo mis pies y sentí que caía al vacío. Sentimientos encontrados, en ese momento, lucharon en mi interior. Por una parte estaba deseosa de conocerle, de por fin poder abrazar a mi amigo californiano con el que llevaba hablando prácticamente a diario durante los últimos tres años de mi vida. Pero por otro lado, pensaba que igual en persona le caería mal, que no habría la misma química que teníamos a través de la red y que eso que habíamos construido durante tanto tiempo, se rompería. Esa lucha interna duró solo un par de minutos, enseguida ganaron las ganas de poder abrazar a mi amigo y enseñarle mi increíble región. Si de algo estaba segura es que era una increíble anfitriona y pondría todas mis energías en enseñarle los rincones más fascinantes de mi región para que siempre recordara estas vacaciones. Haría un planning de vacaciones que le dejara impresionado.
En ese preciso instante mi teléfono sonó y me sacó de mi ensoñación. Al comprobar mi terminal vi que se trataba de Jayden. Me acababa de enviar un audio junto a una foto. No pude contener la emoción y escuché su mensaje enseguida. «Hola Amelia. Estoy a punto de subir al avión con destino Asturias. En poco más de una hora nos vemos. Hasta luego».
Oí su audio varias veces, como siempre hacía. Me encantaba oír su acento al hablar español y me gustaba aún más la forma que tenía de pronunciar mi nombre. En ese momento me preguntaba si a él también le haría gracia escucharme a mi hablar en inglés y si escucharía mis audios también varias veces. La foto que me envió era de él en la fila de embarque. En poco más de una hora nos conoceríamos en persona. Me preguntaba si sería tan agradable en persona como a través de los audios de WhatsApp y nuestras interminables conversaciones por Skype y FaceTime. Supongo que será una duda que tendrá todo el mundo después de haber idealizado a una persona durante tanto tiempo. Decidí responderle también con un audio: «¡Hola Jay! Espero que estos dos días en Madrid hayas descansado porque te esperan diez días de aventuras diarias. Nos vemos en un rato». Tras enviar el mensaje, me escuché a mi misma, era algo que hacía a menudo. En más de alguna ocasión me he reído de mi misma al escuchar la entonación que ponía en alguno de esos audios y en esos momentos me preguntaba si a los demás les haría gracia mi forma de hablar o solo a mí me parecía cómica.
Jayden y yo nos conocimos a través de una pagina de intercambios lingüísticos. Seguramente te preguntarás qué es eso. Es un lugar donde personas de diferentes partes del mundo buscan una persona con la que hacer un intercambio de idiomas. Al principio comienzas teniendo una correspondencia escrita a través de la propia web y si te apetece, puedes seguir la conversación por un medio que sea más cómodo para ambos. En nuestro caso utilizábamos WhatsApp para nuestras conversaciones diarias y algún día al mes hacíamos una videollamada a través de Skype o FaceTime. No es fácil encontrar una persona constante para hacer un intercambio de este tipo. La mayor parte de las personas con las que te encontrarás apenas hablarás con ellas un par de mensajes y la conversación poco a poco morirá o bien por tu parte o bien por la de la otra persona. Pero Jayden era único, con él nunca tuve la sensación de que la conversación se terminaría en ningún momento. Hablábamos de un montón de cosas: de nuestros países y regiones, de las costumbres de nuestras respectivas naciones, de gastronomía, de nuestra infancia, de nuestras vidas en general, de nuestros anhelos... Tres años dan tiempo para hablar de muchos temas y es imposible no crear una cierta complicidad en todo ese tiempo. Cuando les cuento a mis amigos que llevo tres años hablando por internet con una persona que no conozco en persona se extrañan, y tal vez tengan razón que sea algo extraño. Hablar con él es muy sencillo. Me siento muy cómoda contándole mis viajes o alguna anécdota que me haya ocurrido en el día a día de mi vida... Es una persona realmente importante para mi, puedo decir que es mi mejor amigo.
A estas alturas seguro que te estarás preguntando por qué no he ido a una academia a aprender inglés como el resto de mortales. Lo intenté, de verás que lo intenté. Durante la semana laboral vivo en un pequeño pueblo, un poco alejado de las grandes ciudades de mi región, así que tomé la decisión de contratar un profesor para que me diera clases particulares principalmente de conversación. Dichas clases duraron solamente unas semanas porque el profesor en cuestión me dio plantón. Sí, sí, lo que estás leyendo. Un día me dejó plantada y no supe más de su existencia. Tras ese hecho, decidí encontrar una alternativa a mi plan fallido inicial y así fue como llegué a conocer a mi amigo estadounidense, Jayden. Él me ayudaría con mi inglés y yo le ayudaría con su español. Desde el día que nos encontramos, llevamos hablando a través de WhatsApp prácticamente tres años a diario. ¡Tres años! Ni yo misma me lo creo. Llevo hablando tres años con una persona que no conozco en persona y con la que nunca me he tomado un café tête à tête.
Después de tres años valoro muy positivamente esta experiencia. Mi nivel de inglés ha mejorado mucho y puedo afirmar que su nivel de español es muy, muy bueno. Recuerdo los primero audios que nos enviamos, él era tan gracioso hablando español. Pero a medida que los meses pasaban se iba soltando y mejorando cada vez más su nivel en la lengua de Cervantes.
Hoy por fin hablaremos cara a cara. Jayden viene a pasar diez días a mi tierra natal y he preparado un planing para que conozca Asturias a fondo. Aunque al principio de nuestras conversaciones le hice audios sobre Asturias y le mandé fotos, no es lo mismo verlo en imágenes que en persona. Espero que se enamore de mi región y que cuando termine este viaje atesore grandes recuerdos de él y quién sabe, igual quiera regresar otro año.
Antes de irme de casa compruebo que está perfectamente recogida ya que voy a pasar los próximos diez días en casa de mis padres en Gijón para estar más cerca de Jayden. Cojo mi bolso, un cartel que he preparado para recibirle en el aeropuerto, las llaves de mi coche y una gran maleta que lleva la ropa que creo que necesitaré durante estos días. Hecho un último vistazo a mi reflejo en el espejo y una vez que creo que tengo todo lo que necesito, salgo de casa en busca de mi coche para encontrarme con mi buen amigo americano. Miro mi reloj y soy consciente de que voy muy poco justa de tiempo, confío no encontrar mucho tráfico para llegar puntual.
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