viernes, 11 de febrero de 2022

Capítulo 2 - Bienvenido Jayden

    Llego al aeropuerto con tiempo, ni yo misma me lo creo. He de confesar que la suerte ha estado de mi parte ya que apenas he encontrado tráfico por el camino. Debería de comenzar a hacer caso a mi padre que siempre dice que voy con el tiempo pegado al culo. Cuando me lo dice, internamente me reprendo y pienso que debo mejorar, que tiene razón, pero luego llega el momento y vuelvo a las andadas, siempre con el tiempo justo. Soy así, que le vamos a hacer. Un día la suerte me va a abandonar y perderé un tren o un avión y ese día habré, por fin, aprendido la lección. Se me quedará cara de boba mirando el tren o el avión marchar mientras yo me quedo en tierra y pensaré «¡Ves Amelia! Tu padre tenía razón». 

    Aparco mi coche en el estacionamiento y me dirijo a la zona de llegadas. Compruebo nerviosa el panel de llegadas y veo que el vuelo está en hora. Según indica está a punto de aterrizar, sino lo ha hecho ya.

    El aeropuerto de Asturias, para el que no lo conozca, es pequeño. Fue construido con grandes pretensiones pero lo cierto es que año tras año, tiene menos vuelos y sus conexiones con Europa cada año van disminuyendo hasta llegar a ser prácticamente inexistentes. Se puede afirmar que nuestra región es una de las más inaccesibles de Europa. Para llegar a este increíble territorio tienes que hacer un extenso peregrinaje. Pero merece la pena el esfuerzo porque nuestros paisajes, nuestra gastronomía, nuestra historia y la forma de ser de sus gentes se ganarán un hueco en vuestros corazón. 

    Un pequeño grupo de persona comienzan a concentrarse alrededor de la puerta de llegadas. Me encanta observar a las personas que me rodean y conjeturar como serán sus vidas, es uno de mis pasatiempos favoritos. Un hombre joven, de una edad similar a la mía, mira nervioso la puerta de llegadas. Se le ve impaciente porque se abra y aparezca esa persona que viene a buscar. Seguramente espera a su pareja o quizás a un buen amigo. A mi derecha se encuentra un hombre con sus dos hijos, los niños están ansiosos por la llegada de su madre. Todos los allí reunidos estamos esperando a alguien y todos, en mayor o menor medida, estamos nerviosos y con ganas de recibir a nuestra persona que saldrá por esa puerta. 

    Al cabo de unos instantes se abre la puerta y comienza a salir gente. El hombre joven corre a abrazar a la que debe ser su novia cuando esta sale por la puerta. Cuando la tiene estrechada entre sus brazos, la eleva y le da un apasionado beso. Uno de esos besos que nada más verlo ves que derrocha pasión. Más de uno de los allí presentes estaría pensado «¡Iros a un hotel!», entre los que se incluía una servidora. En ese momento pienso cuántas mujeres fantasearán con ser esa chica en estos momentos. Llegar en avión y que tu pareja te reciba con esa intensidad. Muchas habrán fantaseado alguna vez con vivir esa escena de película romántica. Pues yo, siento deciros, no estoy entre ellas.  Siempre que he intentado confiar en un hombre, he salido dañada. Y que puedo decir de mi único exnovio, él rompió mi corazón en mil pedazos. Desde ese día me prometí a mi misma que no caería bajo el hechizo del amor y de eso hace ya más de seis años. Para mi el amor es como un droga, mientras te encuentras bajo su influjo tus sentidos se atontan y cuando el amor sale de tu sistema, sufres un dolor inimaginable que te desgarra por dentro. No quiero volver a sufrir ese tormento otra vez, por lo que me mantengo al margen del amor.

    En este tiempo siguen saliendo personas. Los niños que se encontraban ansiosos con la llegada de su madre por fin reciben su recompensa. Una mujer rubia, preciosa, que parece una modelo sale por la puerta tirando de una pequeña maleta. Los niños al verla salen corriendo en su dirección y se amarran, cada uno a una pierna, como lapas. La mujer les toca cariñosamente el pelo mientras su marido se aproxima a su familia, le da un beso casto en los labios y se hace cargo de la maleta de su esposa. Parecen una familia adorable. 

    Siguen saliendo personas, pero ni rastro de Jayden. Me siento un poco estúpida sujetando mi cartel de bienvenida para él. Algunas de las personas que han llegado han leído mi cartel, me han mirado y han sonreído. En el fondo es envidia, ellos desearían tener un cartel similar esperándolos pero no lo tienen.

    La puerta de llegadas vuelve a cerrarse tras un nutrido grupo que pasó a través de ella. Comienzo a ponerme nerviosa. ¿Y si al final no cogió el avión? Decido comprobar mi teléfono móvil pero no he recibido ningún mensaje de él. Sudores fríos comienzan apoderarse de mi. «¿Y si al final no viene y me ha dejado plantada? Tranquila Amelia, Jayden nunca te haría eso», digo para mi, para intentar tranquilizarme. Entonces en esos momentos se vuelve a abrir la puerta y ahí aparece él. Mi pulso se acelera nada más verlo. Madre mía, es mucho más guapo en persona que a través de la webcam. Lleva su pelo corto pero a la largura suficiente para que unas pequeñas ondas se formen en su cabello rubio rojizo. Lleva su barba rojiza pulcramente arreglada. Me quedo embelesada mirándole. «Amelia, ¡qué narices te pasa!» habla mi voz interior que intenta que guarde la compostura y regrese a la realidad. Él tira de una gran maleta con paso decido y al verme, me sonríe. Sé que lo natural hubiera sido correr y haberle abrazado, pero la realidad es que me he quedado petrificada. Mis piernas se hallan unidas al suelo que se encuentra bajo mis pies, como si la gravedad me atrajera tres veces más fuerte de lo habitual al centro de la tierra. Solo puedo sonreír mientras muevo un poco el cartelito que tengo entre mis manos. Parezco patética, lo sé, pero el miedo escénico ha podido conmigo. Mi escena mental cuando pensé esto en mi casa era otra.

    Él termina de caminar los pocos metros que nos separan sonriéndome y al llegar a mi vera, suelta su maleta, me atrae hacía él y me abraza. Al principio me toma por sorpresa, no esperaba esa reacción, pero enseguida le devuelvo el abrazo. Jayden huele increíble y me encanta la sensación de paz que siento al notar su cercanía y su tacto. 

—Tenía tantas ganas de por fin abrazarte —me dice mientras finaliza el abrazo. 

    A continuación volvemos a mirarnos a la cara. Sus marrones ojos penetrantes me ponen nerviosa e incluso creo que el rubor se apodera de mis mejillas. Y yo cuando me pongo nerviosa suelo cometer estupideces. 

—Dame dos besos, Jayden —le digo mientras me pongo de puntillas, le rodeo el cuello con mis brazos, lo atraigo hacía mi y le doy dos sonoros besos en la cara. Su barca raspa un poco mi piel, pero la sensación que he sentido no me ha desagradado—. ¿Te ha gustado mi cartel? —agrego tras separarme de él y volver a enseñarle el cartel que he confeccionado para su llegada.

—La verdad es que no me lo esperaba —sonríe de una forma que se le ilumina toda la cara mientras coge el cartel entre sus manos y lo examina detenidamente—. Eres increíble de verdad.

    El cartel en cuestión era una cartulina Din A3 en la que había escrito lo más grande que había podido «Bienvenido Jayden». Para que no quedara soso, añadí en el lado izquierdo el puente Golden Gate, el mayor emblema de la ciudad de mi amigo y al lado derecho el Elogio del Horizonte o popularmente conocido como Váter de King Kong, uno de los emblemas de mi ciudad. 

—Es lo mínimo que podía hacer. No quiero que te vayas de Asturias pensando que soy una pésima anfitriona. 

—Nunca podría pensar eso, Amelia. Conociendo lo metódica que eres, seguro que tienes preparado un planning exhaustivo para mi estancia. ¿O me equivoco?

    Antes de responderse de viva voz niego con la cabeza. Está claro que Jayden me conoce muy bien después de todos estos años hablando.

—En el trayecto hasta tu hotel te presentaré el planning para los próximos diez días. Te he hecho hasta un tríptico. Por supuesto, acepto sugerencias. No quiero que pienses que es un programa completamente cerrado, todo puede ser modificado según tus preferencias. 

    Jayden sonrió al escuchar mis palabras.

—Pues comencemos con ese recorrido que has preparado. Me muero de ganas de conocer esta Tierra de la que tanto me has hablado y de la mano de la mejor anfitriona que uno puedo tener.

—Cuando la veas con tus propios ojos, igual te enamoras de ella y no quieres regresar a tu país. Quién avisa no es traidor.

—Quién sabe, Amelia. Todo puede ser posible.

jueves, 10 de febrero de 2022

Capítulo 1 - Divagaciones

    9000 kilómetros es la distancia en línea recta que separa San Francisco, la ciudad de la que es originario mi amigo americano, de Gijón, mi ciudad natal. Pero en la vida real, la distancia entre ambas ciudades es mucho más larga, ya que es imposible ir de una a otra en línea recta. Si tienes suerte, puedes encontrar un vuelo directo Madrid-San Francisco y una vez en Madrid o bien coger otro vuelo que te lleve a Asturias, añadiendo, eso sí, los respectivos kilómetros que separan el aeropuerto de Asturias de Gijón; o bien, en lugar del avión, decantarte por coger un tren con destino mi ciudad natal. En ambas opciones hablaríamos de unas cifras de distancias similares. El primer vuelo serían 9344 kilómetros, añádele unos cuatrocientos kilómetros del segundo vuelo o del tren y otros cuarenta kilómetros, desde el aeropuerto hasta mi amada ciudad o desde el aeropuerto de Madrid hasta la estación de tren de Chamartín en caso de decidir llegar por este medio de transporte. En ambos casos, hacen una friolera aproximadamente de 9784 kilómetros, redondeando, 10.000 kilómetros. Y no hablemos del tiempo que nos llevaría hacer este peregrinaje cruzando medio mundo. 

    Muchas veces pienso en lo lejos que estamos y lo sencillo que fue encontrarnos, un click y ya comenzamos a hablar. Es increíble la cercanía que nos proporciona la tecnología con personas que se encuentran al otro lado, literalmente, del planeta. Pero cuando volvemos a la realidad, nos damos cuenta de que esa cercanía solo es virtual, nada tangible, solo una ilusión. En nuestro caso, no solo la distancia es un handicap, también lo es la diferencia horaria. Cuando yo me levanto, él se acuesta; cuando yo almuerzo, él se encuentra en el primer sueño... Se puede decir que vivimos en mundos contrapuestos, pero aún así, siempre encontramos algún momento para hacer una videollamada a través de Skype o FaceTime.

    Hace dos meses, Jayden, así es como se llama mi amigo californiano, me dijo que iba a venir a Asturias durante diez días. Cuando leí su mensaje el corazón casi se me paró. Sentí como si una brecha inmensa se hubiera formado bajo mis pies y sentí que caía al vacío. Sentimientos encontrados, en ese momento, lucharon en mi interior. Por una parte estaba deseosa de conocerle, de por fin poder abrazar a mi amigo californiano con el que llevaba hablando prácticamente a diario durante los últimos tres años de mi vida. Pero por otro lado, pensaba que igual en persona le caería mal, que no habría la misma química que teníamos a través de la red y que eso que habíamos construido durante tanto tiempo, se rompería. Esa lucha interna duró solo un par de minutos, enseguida ganaron las ganas de poder abrazar a mi amigo y enseñarle mi increíble región. Si de algo estaba segura es que era una increíble anfitriona y pondría todas mis energías en enseñarle los rincones más fascinantes de mi región para que siempre recordara estas vacaciones. Haría un planning de vacaciones que le dejara impresionado. 

    En ese preciso instante mi teléfono sonó y me sacó de mi ensoñación. Al comprobar mi terminal vi que se trataba de Jayden. Me acababa de enviar un audio junto a una foto. No pude contener la emoción y escuché su mensaje enseguida. «Hola Amelia. Estoy a punto de subir al avión con destino Asturias. En poco más de una hora nos vemos. Hasta luego».

    Oí su audio varias veces, como siempre hacía. Me encantaba oír su acento al hablar español y me gustaba aún más la forma que tenía de pronunciar mi nombre. En ese momento me preguntaba si a él también le haría gracia escucharme a mi hablar en inglés y si escucharía mis audios también varias veces. La foto que me envió era de él en la fila de embarque. En poco más de una hora nos conoceríamos en persona. Me preguntaba si sería tan agradable en persona como a través de los audios de WhatsApp y nuestras interminables conversaciones por Skype y FaceTime. Supongo que será una duda que tendrá todo el mundo después de haber idealizado a una persona durante tanto tiempo. Decidí responderle también con un audio: «¡Hola Jay! Espero que estos dos días en Madrid hayas descansado porque te esperan diez días de aventuras diarias. Nos vemos en un rato». Tras enviar el mensaje, me escuché a mi misma, era algo que hacía a menudo. En más de alguna ocasión me he reído de mi misma al escuchar la entonación que ponía en alguno de esos audios y en esos momentos me preguntaba si a los demás les haría gracia mi forma de hablar o solo a mí me parecía cómica.  

    Jayden y yo nos conocimos a través de una pagina de intercambios lingüísticos. Seguramente te preguntarás qué es eso. Es un lugar donde personas de diferentes partes del mundo buscan una persona con la que hacer un intercambio de idiomas. Al principio comienzas teniendo una correspondencia escrita a través de la propia web y si te apetece, puedes seguir la conversación por un medio que sea más cómodo para ambos. En nuestro caso utilizábamos WhatsApp para nuestras conversaciones diarias y algún día al mes hacíamos una videollamada a través de Skype o FaceTime. No es fácil encontrar una persona constante para hacer un intercambio de este tipo. La mayor parte de las personas con las que te encontrarás apenas hablarás con ellas un par de mensajes y la conversación poco a poco morirá o bien por tu parte o bien por la de la otra persona. Pero Jayden era único, con él nunca tuve la sensación de que la conversación se terminaría en ningún momento. Hablábamos de un montón de cosas: de nuestros países y regiones, de las costumbres de nuestras respectivas naciones, de gastronomía, de nuestra infancia, de nuestras vidas en general, de nuestros anhelos... Tres años dan tiempo para hablar de muchos temas y es imposible no crear una cierta complicidad en todo ese tiempo. Cuando les cuento a mis amigos que llevo tres años hablando por internet con una persona que no conozco en persona se extrañan, y tal vez tengan razón que sea algo extraño. Hablar con él es muy sencillo. Me siento muy cómoda contándole mis viajes o alguna anécdota que me haya ocurrido en el día a día de mi vida... Es una persona realmente importante para mi, puedo decir que es mi mejor amigo. 

    A estas alturas seguro que te estarás preguntando por qué no he ido a una academia a aprender inglés como el resto de mortales. Lo intenté, de verás que lo intenté. Durante la semana laboral vivo en un pequeño pueblo, un poco alejado de las grandes ciudades de mi región, así que tomé la decisión de contratar un profesor para que me diera clases particulares principalmente de conversación. Dichas clases duraron solamente unas semanas porque el profesor en cuestión me dio plantón. Sí, sí, lo que estás leyendo. Un día me dejó plantada y no supe más de su existencia. Tras ese hecho, decidí encontrar una alternativa a mi plan fallido inicial y así fue como llegué a conocer a mi amigo estadounidense, Jayden. Él me ayudaría con mi inglés y yo le ayudaría con su español. Desde el día que nos encontramos, llevamos hablando a través de WhatsApp prácticamente tres años a diario. ¡Tres años! Ni yo misma me lo creo. Llevo hablando tres años con una persona que no conozco en persona y con la que nunca me he tomado un café tête à tête.

    Después de tres años valoro muy positivamente esta experiencia. Mi nivel de inglés ha mejorado mucho y puedo afirmar que su nivel de español es muy, muy bueno. Recuerdo los primero audios que nos enviamos, él era tan gracioso hablando español. Pero a medida que los meses pasaban se iba soltando y mejorando cada vez más su nivel en la lengua de Cervantes. 

    Hoy por fin hablaremos cara a cara. Jayden viene a pasar diez días a mi tierra natal y he preparado un planing para que conozca Asturias a fondo. Aunque al principio de nuestras conversaciones le hice audios sobre Asturias y le mandé fotos, no es lo mismo verlo en imágenes que en persona. Espero que se enamore de mi región y que cuando termine este viaje atesore grandes recuerdos de él y quién sabe, igual quiera regresar otro año.

    Antes de irme de casa compruebo que está perfectamente recogida ya que voy a pasar los próximos diez días en casa de mis padres en Gijón para estar más cerca de Jayden. Cojo mi bolso, un cartel que he preparado para recibirle en el aeropuerto, las llaves de mi coche y una gran maleta que lleva la ropa que creo que necesitaré durante estos días. Hecho un último vistazo a mi reflejo en el espejo y una vez que creo que tengo todo lo que necesito, salgo de casa en busca de mi coche para encontrarme con mi buen amigo americano. Miro mi reloj y soy consciente de que voy muy poco justa de tiempo, confío no encontrar mucho tráfico para llegar puntual. 

A 9000 kilómetros de ti - Prólogo

    La vida es una sucesión de circunstancias. Cada una de las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra vida tendrán repercusión en nuestro futuro. Algunas de las elecciones que tomamos, no somos conscientes de que cambiarán el rumbo de nuestro destino hasta que ya estamos inmersos en él. Elegir entre realizar un viaje y no otro; optar por estudiar una determinada carrera universitaria y no otra; decidir un determinado día ir a trabajar en autobús y no en tren… Cualquier decisión que tomemos, por pequeña que sea, no somos conscientes que determinará nuestro futuro. Pequeñas decisiones, a priori sin mucha importancia, pueden determinar conocer o no a esa persona que puede cambiar nuestra vida, ya sea un amigo o el amor de nuestra vida. Nunca creí que por decidir entrar a una pagina de intercambio de idiomas mi vida fuera a dar un giro de ciento ochenta grados, pero aquí estoy para compartir con todos vosotros mi giro del destino.

    Nuestra vida es como un libro y nosotros somos los escritores de nuestra propia historia. Como en cualquier libro que se precie, en el próximo capítulo de vuestra novela puede encontrarse el giro de la trama que cambie vuestras vidas para siempre. No dejéis de soñar y seguid escribiendo los maravillosos capítulos de vuestra vida.  Yo sigo escribiendo la mía y de momento es una historia fascinante que no deja de impresionarme día tras día. Ni yo misma podía imaginar que la visita de un amigo pudiera poner patas arriba toda mi existencia.